A la mañana siguiente, Hong se despertó con una sensación de pesadez en el pecho, la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación, pero no lograba disipar la inquietud que lo había acompañado desde la noche anterior. Sabía que tenía que ir a la pastelería, que ahí lo esperaba un día lleno de responsabilidades, pero había algo en el aire que le hacía sentir ansioso, como si una tormenta se estuviera preparando para estallar.
Al llegar al local, notó que la puerta de cristal estaba entreabierta, un débil aroma a pan recién horneado se escapaba del interior. Sin embargo, esa sensación de alivio fue efímera, ya que los pensamientos sobre Jayb comenzaron a invadir su mente nuevamente.
Mientras tanto, Jayb intentaba comunicarse con él, había estado preocupado y llamándole insistentemente, pero Hong no atendía sus llamadas. Se sentía atrapado en su propia burbuja de responsabilidad, sintiendo que cualquier conversación podría ser una distracción del deber que tenía ante sí. El sonido del teléfono vibrando sobre la mesa era casi un eco lejano en medio del bullicio de la cocina. Cada vez que sonaba, Hong lo miraba con una mezcla de frustración y tristeza. Sabía que Jayb solo quería hablar, pero había un muro invisible entre ellos que le resultaba difícil cruzar.
Decidió concentrarse únicamente en su trabajo, dejar que las cosas en su cabeza se calmaran un poco, cuando estuviera listo, podría hablar con calma con Jayb. Sin embargo, era consciente de que había dañado mucho la confianza entre ellos, y que tal vez lo que le dijera ya no sería tan fácil de creer para él.
Hong se sentía lastimado, le dolía que Jayb no confiara en él como su pareja, y aunque sabía que su relación estaba en peligro, había un sentimiento extraño que lo acompañaba: una profunda indiferencia, era como si, a pesar del dolor, se hubiera construido una coraza a su alrededor.
Los días siguientes estuvieron ocupados para Hong, quien se movía entre las dos pastelerías, ambas bastante concurridas. El trabajo lo mantenía distraído, pero la sombra de su situación personal siempre estaba presente, acechando en los momentos de calma.
Un día, mientras estaba en medio de la preparación de unos pasteles, su teléfono vibró con un mensaje de Jayb.
"¿Podemos vernos hoy?" decía el texto, y aunque la pregunta le hizo sentir un nudo en el estómago, respondió: "Claro".
"¿Paso por ti a tu casa?" preguntó Jayb.
"No, dame la dirección y yo llego", respondió Hong, sintiendo que era lo mejor para ambas partes.
"—dirección—" adjuntó Jayb en el mensaje.
"Te veo en 1 hora", envió Hong, aunque no recibió respuesta. A pesar de que no quería ir, sabía que tarde o temprano tendrían que hablar.
Antes del cierre de la pastelería, Hong le mencionó a San que tenía que irse, pero que regresara a casa con cuidado.
Salió y tomó un taxi que lo llevaría a la dirección que Jayb le había dado.
Cuando recibió el mensaje, supo enseguida que era el restaurante de Hwa. En aproximadamente 15 minutos estaba ahí, su corazón latiendo con fuerza mientras pensaba en lo que iba a suceder.
Al bajar del auto, caminó hacia la entrada, sintiendo que cada paso lo acercaba a un abismo emocional. Al entrar, pudo notar a Jayb sentado en una de las mesas, hablando por teléfono, su figura, aunque familiar, transmitía una sensación de vulnerabilidad que lo sorprendió.
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