No termino (+18) Minjoong

Cap. 23

—Woo, Mingi... —murmuró Hong entre sollozos, con su voz quebrada, las palabras se deslizaban de sus labios como un susurro de desesperación, un eco de la angustia que lo consumía. —Mingi se fue, por favor, no lo dejes ir —suplicó nuevamente, mientras se ponía de pie, tambaleándose como si el peso de su tristeza lo hiciera dudar de su propia estabilidad. Con un gesto casi desesperado, abrió la puerta de un empujón y comenzó a bajar las escaleras, sus pies tropezando en el camino.

Al llegar a la calle, la realidad lo golpeó con fuerza, se encontraba completamente solo, rodeado por la penumbra que comenzaba a extenderse a su alrededor, la nieve caía suavemente, pero en su corazón solo había un vacío doloroso. La imagen de Mingi, tan vibrante y llena de vida, se desvanecía lentamente, y ya no quedaba ningún rastro de él en el aire frío de la noche.

—¡Hong! ¡Hong! Contrólate, él se ha ido —gritaba Woo desde la puerta, su voz llena de una preocupación que resonaba en el silencio. Pero sus palabras sonaban lejanas, como un eco que no lograba atravesar la muralla de dolor que había erigido alrededor de Hong.

—Woo, debes de tener más tacto, no seas así con Hong, mejor ayúdame a regresarlo a casa —intervino San, su tono más suave, como si comprendiera la profundidad del sufrimiento.

Hong se dejó caer en la banqueta, su cuerpo agotado y su mente en un torbellino de recuerdos y emociones, la mirada perdida en la carretera se tornó en un abismo oscuro, las lágrimas seguían surcando sus mejillas, la tristeza lo envolvía.

San se acercó a él, decidido a ayudar, con un gesto firme, tomó uno de sus brazos para levantarlo, mientras que, por el otro lado, Woo lo sostenía con delicadeza. Hong estaba perdido en sus pensamientos, como si estuviera atrapado en un laberinto del que no podía escapar, caminaban lentamente, cada paso un esfuerzo, y finalmente lo llevaron de regreso a la casa.

—Llévalo a la cama, mientras recogeré esto —dijo San, su mirada fijándose en el suelo donde yacía el dinero esparcido junto a los documentos.

Woo asintió, llevando a Hong hacia la cama, este se quedó tendido en el colchón, con la mirada perdida en el techo.

Mientras San recogía los billetes y documentos, sentía el peso de la tristeza en el aire, la atmósfera estaba cargada de una melancolía profunda, y la soledad de Hong se sentía como un grito ahogado en la noche.

Al final, San se detuvo un momento, sintiendo la urgencia de consolar a su amigo, se acercó a la cama y se arrodilló junto a Hong, colocando una mano en su hombro. La conexión física era un intento de recordarle que no estaba solo, que había quienes se preocupaban por él, pero el vacío en el interior de Hong era abrumador.

—Lo siento, Hong —susurró San, su voz suave y compasiva—. Estamos aquí para ti.

Pero las palabras se perdieron en el aire, y Hong continuó mirando al techo, como si esperara que el universo le devolviera a Mingi, que le permitiera revivir esos momentos felices que ahora parecían tan lejanos. Las lágrimas caían sin cesar, Hong supo que el dolor de la pérdida lo acompañaría siempre.

Hong se dio vuelta en la cama, encogiéndose como un niño asustado, como si pudiera encontrar en esa posición un refugio contra el dolor que lo consumía. Cerró los ojos con fuerza, intentando silenciar los ecos de su mente que no cesaban de atormentarlo. "¿Y si voy al aeropuerto?" pensaba, pero la idea se desvanecía tan rápido como llegaba, porque sabía que no se atrevería a hacerlo.

La realidad le golpeaba con cada pensamiento: "Él decidió marcharse y abandonarme, no me amaba". Las palabras retumbaban en su cabeza una y otra vez, como un mantra cruel que lo mantenía atrapado en un ciclo de desesperación. Así permaneció, acurrucado en la cama, mientras la oscuridad de la noche lo envolvía, sintiendo cómo el tiempo se deslizaba entre sus dedos como arena.