Esa mañana, Hong se despertó sintiéndose como si hubiera sido arrastrado por un huracán. La noche anterior había sido una mezcla de risas, baile y un beso que aún resonaba en sus labios, pero ahora el sueño lo consumía. Había quedado con San para abrir la pastelería a mediodía, pero esa jornada sería diferente; no abrirían al público, sino que se dedicarían a hacer los pasteles para la reinauguración.
Mientras se vestía, Hong luchaba contra el cansancio que se apoderaba de él. Se lavó la cara con agua fría, intentando despejar su mente y prepararse para el día. San, como siempre, era puntual, llegó antes de que Hong abriera. Juntos, bajaron las escaleras hacia la pastelería, y al hacerlo, una oleada de recuerdos regresó a Hong, llevándolo a un momento oscuro que lo mareó.
En su mente, la imagen se volvió vívida: estaba atrapado, agarrado por un hombre más fuerte que él, mientras recibía golpes sin poder escapar. La escena lo hizo tambalear un momento, y se detuvo en seco, sacudiendo su cabeza como si pudiera borrar esa memoria.
—¿Estás seguro de que es buena idea que abramos? —preguntó San, notando el cambio en la expresión de Hong.
—Claro, no te preocupes —respondió Hong, forzando una sonrisa.
Dicho esto, se dirigieron a la cocina donde comenzaron a cocinar los pasteles y los postres que ofrecerían a los clientes en su inauguración, cada mezcla de ingredientes traía de vuelta la alegría y la creatividad que había estado ausente en su vida.
Mientras batían y mezclaban, Hong y San tomaron pequeños descansos para hablar sobre sus vidas, aunque Hong trataba de concentrarse en lo que su amigo decía, su mente a veces se deslizaba hacia pensamientos oscuros que prefería mantener a raya. Había cosas que, por obvias razones, no podía recordar, y eso lo frustraba.
—Recuerdo cuando empezamos a trabajar juntos —comenzó San, riendo levemente—. Siempre se te quemaban las galletas.
Hong sonrió, sintiendo un ligero alivio en su pecho. —¡Eran solo un par de veces! —exclamó, aunque sabía que había sido más de eso.
Alrededor de las siete de la tarde, después de un día de esfuerzo y risas, finalmente terminaron con los pasteles y postres que adornarían la pastelería.
Esa tarde, tras un día agotador de trabajo en la pastelería, Hong sintió que el cansancio se apoderaba de su cuerpo. Sabía que al día siguiente tendría que abrir la pastelería, así que decidió irse a dormir temprano. Se dio un baño rápido, dejando que el agua caliente lo relajara y disipara el estrés acumulado. Al salir, se secó con una toalla suave y se puso un pijama cómodo. Se acomodó en su cama, sintiendo cómo el cansancio lo envolvía, y se dejó llevar por el sueño casi al instante.
La noche pasó rápidamente, y Hong se sumió en un sueño profundo. Sin embargo, la tranquilidad de la mañana fue interrumpida por el sonido insistente del timbre de la puerta. Al principio, Hong se revolvió en la cama, tratando de ignorar el ruido, pero el timbre continuó sonando, insistente y penetrante. Finalmente, la somnolencia lo abandonó, y se levantó de la cama con una sensación de desorientación.
Con el cabello desordenado y los ojos aún entrecerrados por el sueño, se dirigió a abrir la puerta. Al abrirla, se encontró con un hombre de pie en el umbral, sosteniendo un ramo vibrante de gerberas. El hombre sonrió amablemente, y su porte era formal, lo que lo hizo parecer un mensajero habitual.
—¡Buenos días, señor! Le mandan flores —anunció el hombre con entusiasmo, levantando el ramo para que Hong pudiera verlo mejor.
—Oh, ¡buenos días! —respondió Hong, recuperando poco a poco la lucidez. El colorido ramo le sacó una sonrisa, su luz contrastando con la pálida luz de la mañana—. Claro, las colocaré en la mesa —dijo mientras tomaba las flores con ambas manos, disfrutando de su fragancia fresca.
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No termino (+18) Minjoong
Фанфик★彡[ʜᴏɴɢᴊᴏᴏɴ ᴇꜱ ᴜɴ ʀᴇᴘᴏꜱᴛᴇʀᴏ Qᴜᴇ ᴍᴀɴᴇᴊᴀ ʟᴀ ᴘᴇQᴜᴇÑᴀ ᴘᴀꜱᴛᴇʟᴇʀÍᴀ ᴅᴇ ꜱᴜ ᴍᴀᴅʀᴇ ᴇɴꜰᴇʀᴍᴀ, ᴄᴏɴᴏᴄᴇ ᴇʟ ᴅÍᴀ ᴅᴇ ꜱᴜ ᴄᴜᴍᴘʟᴇᴀÑᴏꜱ ᴀ ᴍɪɴɢɪ, ᴜɴ ᴄʜɪᴄᴏ ᴇʟ ᴄᴜᴀʟ ᴏꜰʀᴇᴄᴇ ꜱᴇʀᴠɪᴄɪᴏꜱ ꜱᴇxᴜᴀʟᴇꜱ, ᴘᴀʀᴀ ᴘᴏᴅᴇʀ ᴄᴜᴍᴘʟɪʀ ꜱᴜ ꜱᴜᴇÑᴏ ᴅᴇ ᴠɪᴀᴊᴀʀ ᴘᴏʀ ᴇʟ ᴍᴜɴᴅᴏ, ꜱɪɴ ᴇᴍʙᴀʀɢᴏ ¿ᴍɪɴɢɪ ᴇꜱᴛᴀʀÁ ᴅɪꜱᴘᴜ...