Cap. 39

169 18 25
                                    

Mientras conducía hacia casa, una sensación de ligereza invadió a Hong. Sin darse cuenta, una sonrisa se dibujó en su rostro; estaba seguro de que no se arrepentiría de su decisión. La idea de vivir con Mingi podía parecer complicada, pero la posibilidad de estar sin él era simplemente insoportable.

Al llegar a casa, el reloj marcaba las 11:25 de la mañana, estacionó su auto frente a la pastelería y bajó, ya estaba abierta y el aroma a pan recién horneado lo recibió calurosamente y se dirigió hacia el interior.

—¡Buenos días, Yugyeom! —saludó mientras dejaba las bolsas con comida que había comprado en el camino.

—¡Buenos días, jefe! —respondió Yugyeom con una sonrisa amplia—. Hoy lo veo muy feliz —observó al notar la gran sonrisa que adornaba el rostro de Hong.

—Me siento feliz —asintió Hong con sinceridad—. Toma, te traje esto, hoy cerramos temprano.

Yugyeom tomó las bolsas con alegría, pero había algo en su mirada que indicaba que quería decir más.

—Jefe... —comenzó a decir Yugyeom, su voz titubeante revelando un poco de timidez mientras dejaba la frase en el aire.

—Dime —incitó Hong, curioso por saber qué pensaba su amigo.

—Este... yo... —Yugyeom titubeaba, sus palabras se enredaban en su mente mientras buscaba la manera de expresarse.

—¿Necesitas algo? —preguntó Hong, notando la inquietud en su empleado—. No me preocupes.

—No... no es nada malo —respondió Yugyeom, tomando un pequeño respiro para calmarse. Se asomó hacia la vitrina, donde había una pequeña cajita que había preparado con esmero—. Pre... preparé esto —dijo, señalando la cajita con una mezcla de nervios y anticipación—. Me gustaría que las pruebe...

- Quieres que las ofrezca aquí, ¿no? —preguntó Hong, alzando una ceja con una sonrisa juguetona.

Yugyeom dudó, su nerviosismo era notorio — Bueno... yo... —continuó, su voz temblorosa traicionando su ansiedad—. Olvídelo, jefe —mencionó de repente, guardando la cajita detrás de sí como si quisiera ocultar su esfuerzo.

Pero Hong fue rápido; con un movimiento ágil, tomó la cajita entre sus manos y se sentó en una de las mesitas del café. Miró a Yugyeom con curiosidad y emoción mientras abría la tapa, al sacar una galleta, se dio cuenta de que eran diferentes a las convencionales; tenían un aspecto casero.

Le dio el primer mordisco y el silencio se apoderó del momento, durante unos segundos, saboreó la textura y el sabor, mientras Yugyeom se retorcía las manos detrás de él, incapaz de soportar la tensión.

—¿Cuándo preparaste esto? —preguntó Hong, tomando otra galleta diferente y disfrutando del crujido al morderla.

—Ayer, jefe... pero si no le gusta... —Yugyeom dejó la frase en el aire, como si temiera lo peor.

Hong sonrió ampliamente —Yo no dije que no; son bastante buenas —respondió con sinceridad—. ¿Qué es lo que quieres a cambio?

—No, no lo sé... —respondió Yugyeom, con un ligero titubeo en su voz. La idea de ofrecer sus galletas en la pastelería lo había tomado por sorpresa, y aún no había podido procesar completamente lo que eso significaba.

Hong, que disfrutaba de la última mordida de la galleta, sonrió mientras pensaba en cómo motivar a su amigo. —Bueno, prepara unas cuantas para el lunes y piensa en lo que realmente quieres —dijo con entusiasmo—. El lunes lo revisamos y vemos cómo podemos presentarlas.

Se levantó lentamente, dejando la caja de galletas a un lado, y comenzó a caminar hacia las escaleras. —Ah, y hoy cerraremos a las 2. ¿Puedo llevarme esto? —preguntó, señalando la caja llena de galletas—. Me gustaría que San las pruebe, y si le gustan, también me gustaría que las surtas en la otra pastelería.

No termino (+18) MinjoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora