𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟺𝟷

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⭑𝙷𝙴𝙻𝙴𝙽⭑

La noche ha llegado, el cielo está pintado de un azul intenso y las estrellas se aprovechan de ello para lucir toda su belleza. Coloco sobre la hierba la manta que Chase se robó de la habitación del hotel, me acuesto pero al mismo tiempo apoyo mis codos en la tela, impidiendo que mi cuerpo quede completamente horizontal.

Regreso mi mirada al cielo, y sin ningún problema identifico las ocho estrellas que forman a la Osa Mayor. Su inigualable y destacado brillo me atrapan, remarco el patrón un par de veces, nunca me he cansado de contemplar el asterismo, supongo que eso sucede cuando algo te gusta demasiado.

Desde pequeña me ha gustado observar el cielo, exactamente desde que el profesor Carter nos narró una leyenda griega, una dónde se habla de la historia que hay detrás de aquella enorme constelación.

«Zeus se enamoró de una ninfa que llevaba por nombre Calisto. Ella cayó en los encantos de aquel imponente dios, el cuál estaba casado con la diosa Hera. Cuando esta se enteró de la infidelidad de su esposo, se encargó de castigar a Calisto, convirtiéndola en una osa. No conforme con eso, también la condenó a pasar el resto de sus días deambulando en los bosques sin ninguna compañía. Un día, un cazador llamado Arcas estuvo a punto de matarla, pero Zeus llegó a tiempo e impidió que el cazador asesinara a su propia madre.»

Lo que no imaginé fue que años después pasaría por la misma situación que Calisto. Llevo mis rodillas hasta mi pecho y luego las abrazo, recuerdo el momento en que también caí rendida ante los encantos de un dios imponente. Fue imposible ignorar aquella atracción y terminé a su lado, compartiendo la misma cama, pero siendo consciente de que lo nuestro jamás podría ir más allá.

Un par de gritos me traen de regreso, los chicos están celebrando ya que después de casi una hora han logrado encender la fogata. Chase toma a Julieth de la cintura y la eleva para después darle vueltas en el aire, nunca antes lo había visto tan emocionado.

Estoy en medio de la nada y aún así me siento dichosa, es extraño, pues hace mucho no me sentía así, ni siquiera estando en los brazos de Edward. Su compañía es igual que el efecto de las drogas, había una cúspide de emociones parecidas a la felicidad, duraban muy poco, y cuando teníamos que regresar a la realidad me sentía tan vacía. Aquella “felicidad” era tan efímera.

Chase es muy tonto, sin embargo sus bromas siempre dibujan una sonrisa en mi rostro. A Julieth la acabo de conocer, es una buena chica, y si no viviéramos tan lejos juraría que seríamos buenas amigas. Y JJ, ha dejado de ser aquel chico irritante y engreído. Realmente estoy disfrutando de este viaje, y sobretodo de su compañía.

—¡Helen, acércate!, ¡vamos a asar malvaviscos! —grita Julieth desde su lugar, aprieto los labios mientras asiento con la cabeza.

Me pongo de pie y de inmediato el aire fresco eriza mi piel así que me abrazo a mi misma. En cuánto llegó a la fogata observo los trozos de madera ardiendo y mis fosas nasales se inundan del olor azucarado que desprenden los malvaviscos. Tomo asiento en una de las sillas plegables y coloco mi pierna derecha encima de la otra, Julieth me entrega una brocheta que contiene dos malvaviscos de color blanco, le sonrío en agradecimiento.

Con cuidado acerco los malvaviscos al fuego y con atención observo como la golosina se va fundiendo ante el calor. Me da curiosidad saber el estado de los otros malvaviscos así que giro mi cabeza a la derecha, aprieto los labios reprimiendo una enorme carcajada, las golosinas de Chase se han convertido en dos pequeños pedazos de carbón, niego con la cabeza y retiro mi brocheta del fuego.

Mientras espero que el caramelo se enfríe aprovecho para observar a mi alrededor, mi mirada se cruza con la de JJ, en sus ojos azules se reflejan las inquietas llamas de la fogata, me sonríe por unos segundos y luego termina con el contacto visual.

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