✠ 𝙴𝙳𝚆𝙰𝚁𝙳 ✠
La luz de la luna entra por cada una de las ventanas de mi hogar, el cual está invadido por un silencio que disfruto, mi respiración es pausada y profunda, se siente bien estar libre de pensamientos que perturban esa serenidad.
Siempre me ha gustado este tipo de soledad, en la cuál te puedes encontrar de nuevo, no hay gritos de Chrissy, ni risas escandalosas de Emma, ambas son mi adoración pero hay momentos en los que quisiera escapar, ser esposo y padre es lindo, pero también es desgastante.
Extraño ser aquella ave que volaba tan alto o tan lejos como le venía en gana, extraño ser yo, crear campañas para jugar D&D, huir de la policía o tener alguna pelea callejera, echo de menos esa adrenalina que corría por mis venas al estar en peligro la mayor parte de mis dias.
Al desbloquear mi teléfono lo primero que aparece es la fotografía que Helen subió a sus historias, he perdido la cuenta de las veces que la he visto, me gusta apreciar cada detalle que hay en su rostro, pero siempre que veo sus labios una cantidad descomunal de deseo invade cada rincón de mi sistema.
Sé que pensar en ella no está bien, y que el hecho de imaginar que beso sus labios o que toco su piel me convierten en un pervertido, sé que todo eso es peligroso, pero al hacerlo mi cerebro segrega la adrenalina que tanto anhelé volver a sentir durante todo este tiempo.
La risa de Emma me logra sacar de mis pensamientos, ha llegado y eso me hace sentir tranquilo.
—Buenos días señorita, llega puntual —bromeo.
—Nos asustaste, pensé que ya estabas roncando —dice Emma mientras se toca el pecho.
—¿Nos? —frunzo el entrecejo.
—Sí papá, ¿Hel puede quedarse a dormir?, es tarde y su casa queda lejos —
—Sí, no hay problema —Emma mira a Helen y le sonríe, yo también lo hago, me gusta tenerla cerca.
—Vamos a mi habitación, necesito limpiar mi rostro —Emma sube tan rápido que incluso a Helen le cuesta seguirla.
—Helen, avísale a Jonathan que dormirás aquí, no quiero que tengas problemas —asiente con la cabeza un par de veces y luego sube, nuevamente aprovecho el momento para mirar sus piernas, paso mi mano por mi rostro mientras me cuestiono; ¿qué demonios pasa conmigo?.
☯︎
Mis ojos se abren al escuchar un ruido proveniente de la planta baja, debo ir a revisar que todo esté en orden pero antes de hacerlo tomo el bat que hace años le robé a Steve en una de sus tontas fiestas de Halloween.
Lentamente bajo escalón por escalón, entre más me acerco a la planta baja el olor a cigarrillo va aumentando, al llegar a la cocina mi ceño se frunce, Helen está en el patio trasero, sentada en el columpio que le compré a Emma cuando era niña, entre sus dedos hay un cigarrillo y la única prenda que cubre su cuerpo es aquella camisa de Iron Maiden que desapareció de mi clóset tiempo atrás.
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
Ficción GeneralEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.