♒︎ 𝙹𝙹 ♒︎
El aire fresco de la madrugada logra entrar por las orillas de la ventana de mi habitación, me encuentro recostado en mi cama, preguntándome en qué lugar de este pueblo se encuentra Luke, ya que desde hace dos días no se aparece por aquí.
Sé que odia estar en esta casa, incluso más que yo. Y es que esto no es un hogar, sólo son cuatro paredes viejas que encierran un olor nauseabundo, una combinación de alcohol y de humedad. Esa es la razón por la que todas las noches cierro los ojos y fantaseo con largarme de aquí, pero ahora, no es solamente Chase quién me detiene.
Sino también Helen.
En el techo aparece su rostro, tan nítido, y tan similar al real que me asusta el hecho de que mi mente pueda recrearlo tal y como es. Por primera vez sus ojos están puestos en mí, y las puntas de su cabello chocan en mis mejillas haciéndome cosquillas. Mi corazón se estruja al recordar que esto es únicamente producto de mi imaginación.
Hace días que no la veo, me niego a aceptarlo, pero la echo de menos. Constantemente siento la necesidad de verla, aunque sea de lejos, de observar esa hermosa sonrisa que aparece en su rostro cada vez que Chase hace un chiste sin sentido. Incluso echo de menos la mirada tan indiferente que me dedica cuando me ve. Sé que me odia, y creí que yo también lo hacía, sin embargo, la adoro, más de lo que debería hacerlo.
Mientras niego con la cabeza dejó escapar un suspiro, el cuál está cargado con toda la frustración que me produce no poder tenerla a mi lado. Quisiera que pudiera verse a través de mis ojos, para que así se diera cuenta de lo hermosa que es, y de lo triste y patética que luce al lado de él.
Unos fuertes golpes ocasionan que me sobresalte, rápidamente me incorporo en la cama y doy un salto para lograr llegar a la puerta. Los golpes no se detienen, al contrario, van aumentando de intensidad. Salgo de la habitación y con mucho sigilo me dirijo a la puerta principal, parece que mi corazón está a punto de salirse de mi pecho.
—¡JJ, abre! —gracias a esa voz tan ronca he descubierto de quién se trata, aunque no sé si abrir sea una buena idea.
—¡Sabemos que estás ahí! —aprieto los labios y después de unos segundos decido abrir.Evan me toma de la camisa y me lleva hasta la pared, me quejo por el fuerte dolor que ha aparecido después de que mi espalda se estampara contra el muro. Tom, la mano derecha de Henry, enciende unos de sus puros y se sienta en el sofá. No debí abrir.
—¿Qué quieren? —su pesada mirada se posa sobre mí, el humo sale de su boca y sonríe.
—No te hagas el idiota, sabes muy bien lo que queremos —Evan presiona mi cuerpo con más fuerza en la pared.
—Henry quiere su dinero, así que por tu bien, espero que lo tengas aquí —mi estómago se revuelve.—Le dije que se lo pagaría a fin de mes, mi cliente se ha estado comportando como un idiota, y no he logrado que me pague —niega con la cabeza y a la misma vez sonríe.
—El único que se está comportando como un idiota eres tú —se levanta y acomoda su chaqueta negra. —Tienes una semana —asiento con la cabeza, me siento aliviado ante su buena actitud. —Evan, ya sabes que hacer —da media vuelta y sale al jardín, me anticipé al creer que venían en paz.
Evan me mira y las comisuras de sus labios se elevan un poco. Cierro los ojos ante el fuerte dolor que ha dejado el golpe de su cabeza contra la mía, enseguida siento como un líquido resbala por mi frente, debo estar sangrando. Y como detalle final, su puño se estampa en la boca de mi estómago, todo a mi alrededor se torna borroso y me está costando mantenerme de pie.
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
Fiction généraleEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.