⭑𝙷𝙴𝙻𝙴𝙽⭑
Siempre percibí la ausencia de Jonathan como un profundo agujero del cual no podía escapar, ahí fue dónde la mayoría de mis inseguridades se crearon, en un lugar humedo a consecuencia del incesante llanto que llegaba sin siquiera avisar.
Era duro observar como a cada minuto las dimensiones de ese agujero se hacían más grandes, quería detenerlo, no me importaba como, lo único que necesitaba era congelar su progreso.
Y torpemente elegí una “solución”; involucrarme con cualquier chico que estuviera dispuesto a hacerme compañía, o que me transmitiera calor y un poco de luz para sobrellevar la vida fría y oscura que tenía.
La mayoría de las veces sus intenciones iban más allá de las que mi inocencia me permitía imaginar, aún así les agradecía, por mirarme y no dejar que mi existencia pasara desapercibida.
Mi único interés romántico fue Ronnie, sin embargo, besé a más de quince chicos, y tuve sexo con un par de ellos, sin incluir a mi mejor amigo.
Pero ninguno de esos chicos me miró de la manera en que el Señor Munson lo hace, ni tampoco ocasionaron que mi corazón se enloqueciera al grado de querer salirse de mi pecho y ensuciar los asientos de un increíble auto.
Su mirada penetrante a través del retrovisor me está poniendo nerviosa, pero me encanta la manera en que sus ojos analizan cada centímetro de mi cuerpo, en especial mi rostro, la forma en que humedece sus labios al mirar los míos es muy sensual, y todo eso despierta los pensamientos más impuros que nunca creí tener a mi disposición.
Las ventanillas del auto están arriba, excepto la suya, el aire fresco entra con agresividad y golpea su rostro, llevando a mi dirección una pequeña muestra de su olor, puedo identificar el tabaco, la menta y un perfume cítrico y amaderado.
—Listo, han llegado a su destino —dice con ese tono bromista que le caracteriza.
—Te quiero de regreso a la una, no abuses de mi acto de caridad —sonrío ante su expresión autoritaria.—Sí papá, te quiero —Emma se acerca y besa su mejilla, quiero imitar su acción pero solo debo agradecer.
—Gracias —digo al mismo tiempo que tomo la manija de la puerta, me preparo para salir pero me detengo al sentir algo frío sobre mi piel, se ha tomado el atrevimiento de acomodar mi tirante, tal acción me ha paralizado.
—De nada —nuestras miradas se conectan y mi corazón golpea fuertemente contra mi cavidad torácica.
Antes de entrar a la fiesta el auto del Señor Munson emite un fuerte sonido para después desaparecer a toda velocidad.
Emma es muy popular, lo sé porque la mayoría de las personas se han acercado para saludarla, la castaña se pone nerviosa cada vez que le preguntan quién soy, pero al final me presenta como su mejor amiga.
La casa es enorme y cada uno de los detalles son elegantes, sin duda el amigo de Emma viene de una familia adinerada.
—¡Emma, si viniste! —mierda, es el chico al cuál investigue cómo si fuera un agente del FBI.
—¡Claro que vine, esta fiesta no me la iba a perder por nada! ¡Por cierto, feliz cumpleaños! —Emma rodea el torso tonificado del chico, aquel que protagoniza la mayoría de sus selfies.
—Quiero presentarte a mi... mejor amiga, se llama Helen ——Un gustó Helen, soy Pet Harrington —entrelazamos nuestras manos pero solo por un segundo, el chico centra toda su atención en Emma.
—De verdad me agrada mucho tenerte aquí, sabes que eres muy especial para mí —ya entiendo, Pet y Emma se gustan, y aunque no he tenido muchas amigas sé que no debo mirarlo, ni siquiera dirigirle la palabra.
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
Ficción GeneralEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.