✠ 𝙴𝙳𝚆𝙰𝚁𝙳 ✠
Helen entra primero a la habitación, observa cada rincón como si nunca antes hubiera estado aquí, sé que no le importa nada de lo que hay aquí dentro, sólo lo hace para no verme a la cara.
—Hel necesitamos hablar, te debo una explicación —se sienta en la orilla de la cama y apoya sus manos en la misma, nuevamente veo su pecho, ya no lleva el collar que le regalé.
—¿Explicarme qué? ¿Qué me dejaste esperando como idiota? —
—Lo siento, me ocupé, quise mandarte un mensaje pero... —
—No tienes nada que explicarme, Emma ya lo hizo por ti —siento mi estómago revolverse.
—¿Qué te dijo exactamente? —se levanta y camina hacia mí con pasos lentos, su rostro quedó tan cerca del mío que por un instante creí que me besaría, sin embargo no lo hizo.
—De hecho me dió muchos detalles, dijo que había preparado lasaña, por cierto, le quedó deliciosa, lástima que no pude disfrutarla, ya que me dijo que escuchó a sus padres tener sexo, debería ser más cuidadoso, Señor Munson —me percato de que en sus ojos hay algunas lágrimas.
—Lo siento —agacho la mirada, si Emma no le hubiera dicho nada quizás esto no estaría pasando.
—Está bien, sé que ya no formo parte de tus prioridades, de hecho creo que nunca lo fuí —
—Si lo fuiste, lo eres, pero hay cosas que no puedo cambiar, es por eso que estuve pensando las cosas... y lo mejor será que dejemos de vernos —en realidad me cuesta mucho decir eso, pero lo nuestro nunca podrá avanzar.
—Okey —mete las manos al bolsillo de mi pantalón, frunzo el ceño ante su respuesta tan indiferente. —Tomaré prestadas tus llaves, sacaré mi bicicleta de tu cajuela y me iré —atrapo su mano.
—No, no lo harás —me mira con mucha confusión y suelta una risa.
—¿Me vas a secuestrar?, no tengo porque quedarme, acabas de ponerle fin a lo que sea que tuvimos —
—Si tengo que hacerlo lo haré, quiero saber si estás de acuerdo con lo que te dije —me mira directo a los ojos y una lágrima resbala por su mejilla derecha.
—No estoy de acuerdo pero eso no importa, si tú estás bien... yo igual —libero su mano de mi agarre dejando que tome las llaves.
Mientras se acerca a la puerta pienso en lo bien que me siento desde que la conocí, en lo agradable que es estar entre sus brazos o lo delicioso que se siente estar dentro de ella. Me duele el no haber podido coincidir con ella en otras circunstancias, si la dejo ir sé que me arrepentiré para siempre, y aunque esto no esté bien, decido ir detrás de ella, pongo mi mano sobre la puerta impidiendo que la abra.
—¡¿Qué estás haciendo?! —
—Sé que lo mejor es dejar de verte, pero aún así no quiero hacerlo, entiendo que no basta con decir que te quiero y que eres importante para mí, pero lo eres Hel, no me alejes por favor —me acerco, su respiración choca en mi rostro, acaricio su mejilla y al mismo tiempo limpio cualquier rastro de agua salada.
—No lo hagas tampoco —sus ojos navegan sobre los míos.
—No lo haré, porque eres mía, solo mía —la levanto y sus brazos rodean mi cuello al igual que sus piernas lo hacen en mi cintura. Nos besamos sin control alguno, en este momento no me importa nada de lo que esté sucediendo allá afuera, solamente quiero fundirme con ella, volver a ser uno mismo dentro de estas cuatro paredes.
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
General FictionEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.