⭑𝙷𝙴𝙻𝙴𝙽⭑
Las palabras que salieron de la boca de Edward se transformaron en pedazos de cristal que se han incrustado por todo mi cuerpo, especialmente en mi pecho, y han alcanzado a rasgar mi corazón. Sé que el porcentaje de probabilidad para estar juntos es muy bajo, casi inexistente, pero aún así diseñé un mundo en mi cabeza dónde ese porcentaje fuera tan alto como un rascacielos. Lo construí sin mirar abajo, fui descuidada y confíe en que nunca tendría que bajar, pero justo ahora he caído.
La noticia fue inesperada, sin embargo lo que realmente me tiene consternada es la respuesta que recibí por parte de Edward; “aún no”.
¿Entonces cuándo?
¿Cuándo los problemas con su esposa e hija se solucionen?
¿Cuándo tenga a su bebé en brazos?
Después de quince minutos de silencio absoluto, el auto se detiene en la misma calle de siempre, el motor se apaga y mi ansiedad se enciende. No sé que decir, quizás no es necesario hablar, quizá sólo debo abrir la puerta y salir, pero existe el riesgo de no volver a estar aquí dentro.
—Gracias por traerme —mi intento de abrir la puerta ha fracasado, Edward no me permite hacerlo.
—Gracias por entenderlo —respiro profundo y asiento con la cabeza. Entrelaza su mano con la mía y besa el dorso de esta. Luego me mira, se acerca con la intención de besarme pero lo detengo posando mis manos en su pecho.
—No —niego con la cabeza y abro la puerta. Apenas salgo del auto mis lágrimas se desbordan, quiero voltear y agitar mi mano en el aire para despedirme como siempre lo hago, pero no voy a hacerlo.
Al entrar a casa me percato de que las luces están apagadas, Jonathan dijo que llegarían hoy por la noche, tal vez se les hizo tarde y llegarán en la madrugada. Subo las escaleras y entro a mi habitación, me acuesto de lado viendo hacia la ventana. Mi cuerpo se sacude a causa del intenso llanto, el pecho me arde y mis manos están temblando. Agradezco tanto que nadie esté en casa.
El amor tiene dos caras, el lado lindo cuando te regalan rosas y chocolates, cuando hay mariposas revoloteando en tu estómago o cuando te dedican una canción romántica. Luego está el otro lado, el que duele, dónde los regalos son heridas y noches sin dormir, cuando en tu estómago hay un nudo y la única melodía que escuchas es tu corazón rompiéndose en mil pedazos.
Recibo un mensaje, en estos momentos no quiero hablar con nadie, pero el sonido es aquel que escogí para él. Desbloqueo mi teléfono y entro a nuestra conversación.
«Helen, no sé cuándo nos volvamos a ver, pero cuando pase, quiero que me cuentes todo lo que hiciste durante ese tiempo. No quiero que detengas tu vida por mí.»
Bloqueo el teléfono, tomo una almohada y la presiono contra mi rostro, grito con todas mis fuerzas intentando que el dolor salga expulsado. Me levanto y me acerco al tocador, abro el cajón dónde guardé las pastillas que Chase me vendió pero no hay nada.
Sé perfectamente que las guardé ahí, y estoy segura que el idiota de JJ las tomó.☯︎
Estoy sentada en la cama y mi mirada está clavada en la alfombra, aún me sigo cuestionando si la decisión que tomé es la correcta. Un ruido del exterior logra sacarme de mis pensamientos, me acerco a la ventana y observo el auto de Jonathan en la acera. Dylan mira hacia acá y me sonríe, es raro que su dedo medio no esté levantado.
Bajo las escaleras y abro la puerta, Nancy es la primera en entrar, se ve agotada.—Hola cariño —sonrío. —¿Te despertamos? —si supiera que pasé toda la noche despierta.
—No, ya tenía rato despierta —asiente con la cabeza y luego se acerca, extiende sus brazos y me enreda en ellos, sin dudarlo hago lo mismo, no sé cómo lo supo pero necesitaba tanto un abrazo.
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
Ficción GeneralEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.