⭑𝙷𝙴𝙻𝙴𝙽⭑
La puerta de la habitación se cierra y es momento de regresar a la realidad, entregamos las llaves en recepción, Edward me sonríe con picardía porque el encargado del motel nos está juzgando con la mirada.
—Vamos, princesa —besa mi frente, toma mi mano y nos dirigimos hacía el auto. Son casi las tres de la madrugada, no es algo que me preocupe pues todos en casa deben estar durmiendo.
—¿Fuiste al gimnasio? —no sé que responderle, no quiero contarle lo que ocurrió.
—Sí, mañana también iré —sacude la cabeza al ritmo de Kill the King de Rainbow.
—Siempre creí que la brusquedad de Billy le serviría para algo —me encojo de hombros.
—¿Fueron amigos? —
—No pero tampoco la llevábamos mal, yo era un bicho raro y él tenía a muchas chicas detrás, por el conocí a... —se detiene y lo ayudo a terminar la oración.
—Chrissy —pongo los ojos en blanco, agradezco que mi rostro esté apuntando hacía la ventanilla.
—Sí... —suspira.
—No tienes por qué detenerte al hablar de ella, sea como sea es tu... —parece como si esa palabra fuera un gran trozo de bocado que por más esfuerzo que ponga no puedo digerir.
—¿Esposa? —aprieto la mandíbula y asiento con la cabeza.
—Sí, eso —posa su mano en mi pierna, quiero moverla, estoy demasiado molesta pero así son las cosas.
Luego de unos largos e incómodos minutos casi hemos llegado a mi casa, tomo la manija para abrir la puerta pero Edward pone el seguro, volteo a verlo y tiene esa hermosa sonrisa en su rostro.
—No te vas a ir hasta que te despidas bien —bajo la mirada y sonrío.
—Es muy manipulador, Señor Munson —me acerco a sus labios para depositar un beso corto pero me toma de la nuca y me pega más a su boca.
—Te amo Hel, no lo olvides —susurra en medio del beso.
—Bye Edward —salgo del auto y me acerco un poco a casa, avanza lentamente, luego baja la ventanilla, está sonriendo y antes de salir de mi campo visual me guiña.
Todo esto parece un cuento de hadas pero debo entrar a casa, levanto mi cabeza, aprieto los labios, eso está muy alto, pero es escalar o tocar la puerta y no quiero que papá se de cuenta que pasé toda la noche en quien sabe que lugar.
Después de tanto esfuerzo he logrado entrar a mi habitación, cierro la ventana porque no puedo dormir si está abierta, suelto un suspiro porque todo salió bien.
—¿En dónde estabas? —volteo rápidamente, Jonathan está sentado en mi cama, intento encontrar la mejor excusa pero parece que he perdido la memoria.
—Yo... yo... —tartamudeando.
—Si Helen, tú —
—Emma me invitó a ir con unos amigos, pero el tiempo se fue volando —
—No mientas Helen, Emma vino a buscarte hace rato —paso saliva, mis manos están sudando y parece que voy a sufrir un paro cardíaco. —No me gusta meterme en tus cosas pero no me dejas otra opción, ¿qué es esto? —toma de mi mesita de noche la cajita del collar que Edward me regaló.
—¿Estuviste hurgando? ¡No tienes ningún derecho! —se levanta de la cama y se acerca a mí, luce demasiado molesto.
—Si lo tengo, soy tu padre Helen, y solo quiero protegerte —
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
Ficção GeralEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.