⭑𝙷𝙴𝙻𝙴𝙽⭑
No queda ni un centímetro de mi cuerpo seco, de las puntas de mi cabello cae un chorro de agua que se pierde en los charcos de la acera, la tormenta ha traído consigo una noche fresca y mis dientes castañean a consecuencia de ello.
Algunos autos se han detenido a mi lado y los conductores se ofrecen a llevarme a casa, pero no soy tan ingenua, sé que esa no es su intención así que decido solo ignorar su "amable" propuesta.
Luego de caminar por un buen rato he logrado llegar a casa de Ronnie, mi amigo de la preparatoria y con quién decidí perder mi virginidad hace un par de años.
El auto de Amelie no está, y agradezco que sea así, sé que me odia, lo confirmé el día que Ronnie me contó lo que su madre decía de mí, pero a pesar de que le prohibió a su hijo no dirigirme la palabra, puedo dormir junto a Ronnie cuando las cosas no están bien con Abigail.
Tomo la pequeña maceta que está junto a la puerta y busco entre el sustrato las llaves que Ronnie esconde ahí para mí, al encontrarlas no dudo en insertarlas y entrar a su cálido hogar, todas las luces están apagadas, excepto las de su habitación.
Me acerco pero me detengo al escuchar algunos susurros que provienen de ahí dentro, enseguida identifico la voz de Ronnie y después se le une una carcajada aguda.
La puerta de su habitación no está completamente cerrada y mi curiosidad me invita a descubrir quién lo acompaña, mis ojos se posan en el cabello negro de Larissa, una compañera de la preparatoria.
Ronnie se quita la camisa y luego se sube en el delgado cuerpo de Larissa, doy media vuelta y salgo de ese lugar, inmediatamente mi piel siente el cambio de temperatura y con ayuda de mi hipocampo intento recordar a dónde más puedo ir, pero no hay nada.
Mi llanto aparece nuevamente y también una sensación de ardor en mi pecho, es duro darte cuenta que no hay ni un solo par de brazos dispuestos a sostenerte, y que en este planeta no existe ningún lugar seguro disponible para ti.
☯︎
Subo las escaleras hasta llegar al departamento de Anna, no estoy segura de que abra pues ya es medianoche, pero aún así llamo a su puerta, Chester maulla y enseguida Anna aparece frente a mí.
—Helen, ¿qué haces aquí a esta hora? —me mira de pies a cabeza, nunca la había visto tan confundida. —¿Por qué estás empapada? —
—Abigail no está, y olvidé mis llaves —Chester se pasea entre mis piernas mientras ronronea. —¿Puedo esperarla aquí? —su expresión cambia por completo, sabe que miento, ella mejor que nadie conoce mi situación y ha dejado la confusión atrás, ahora me mira con conmiseración.
—Claro que sí, pasa —se hace a un lado dejándome entrar. —¿Ya cenaste? —niego con la cabeza, ni siquiera he desayunado. —Voy a calentar un poco de pasta, siéntate —
Obedezco y tomo asiento en el sofá con tapizado floral, Chester sube y se acurruca en mi regazo, sonrío, Anna saca un recipiente del refrigerador y lo introduce en el microondas, apenas pasados unos segundos mi nariz se inunda de un delicioso aroma.
—Mientras termina de calentarse ve a mi habitación y ponte ropa limpia y seca, ya sabes dónde está —asiento con la cabeza y me dirijo hasta ahí.
Abro la bolsa negra que está dentro del clóset y tomo algo cómodo, afortunadamente la ropa de la hija menor de Anna me queda a la perfección.
La ventana de su habitación está abierta y la lluvia ha logrado colarse por allí, me acerco para cerrarla pero antes de hacerlo algo se roba mi atención, Anna es mi vecina y por lo tanto su departamento está junto al mío.
—¡Eres una maldita zorra! ¡Dame mi dinero, puta! —James tiene a Abigail sometida contra la pared, ella lo intenta empujar pero es inútil.
—Helen, la pasta está lista —dice Anna detrás de mí, cierro la ventana y enseguida las persianas.
—Gracias —al dar media vuelta Anna me toma de la mano y sin dudarlo poso mi cabeza en su hombro.
James no es el primer hombre que Abigail deja entrar a casa, ni tampoco el primero que intenta aprovecharse de mí, mucho menos el único que la golpea y la insulta cuando se le antoja hacerlo, pero aún así los prefiere antes que a mí.
—Llora mi niña, saca todo eso que te duele —no puedo dejar de llorar y me cuesta respirar.
☯︎
Han pasado dos semanas desde aquel incidente, sigo durmiendo en el departamento de mi vecina, pero a pesar de que Anna se ha portado muy bien no puedo evitar sentirme incómoda.
En ese tiempo me he cruzado un par de veces con Abigail, no me dirige la palabra y mucho menos me mira a la cara, mi corazón se ha roto en las dos ocasiones al percatarme de que intenta esconder sus golpes con unos lentes oscuros, no entiendo cómo puede vivir así.
—Hola, ¿cómo has estado? —es lo primero que dice Ronnie al entrar al gimnasio.
—Bien, ¿y tú? —hace una mueca que responde a mi pregunta.
—Helen, ¿la otra noche fuiste a buscarme? —sé de lo que habla pero creo que lo mejor es hacerme la desentendida.
—No, hace mucho tiempo que no voy a tu casa —entrecierra los ojos, sabe que no estoy siendo sincera.
—Que raro, la llave ya no estaba en el lugar secreto y encontré esto en el pasillo —me muestra su mano y en ella se encuentra el llavero que Jonathan me trajo de Indiana cuando era pequeña.
—Pues sí, fui a buscarte, pero estabas ocupado —
—Sí... lo siento —aprieto los labios, él tampoco está siendo del todo sincero. —Larissa es mi novia, desde hace unas semanas y —
—Ahora pasan tiempo juntos, no tienes que darme explicaciones, sólo creí que tenías prohibido llevar chicas a casa —baja la mirada, intenta decir algo pero parece que no encuentra las palabras. —Tranquilo, sé que una chica como Larissa puede entrar y salir de tu casa sin problema —
—Helen, no digas eso, sabes que nunca me ha importado lo que mi madre opine de ti —
—Lo sé, nos vemos después —me coloco los guantes y comienzo a darle golpes al saco de arena.
Desde los doce años estuve enamorada de Ronnie, y cuando comenzamos a interesarnos sobre el sexo creí que entregarme a él serviría para que sus sentimientos hacía mí fueran más allá que los involucrados en una amistad, pero no fue así, él nunca me vio con otros ojos.
Su relación con Larissa no me sorprende, pues mientras yo moría de amor por él, Ronnie hablaba maravillas de esa chica, sus ojos se iluminaban cuando la tenía cerca y solo era cuestión de tiempo para que estuvieran juntos.
Afortunadamente me di cuenta a tiempo de que Ronnie no era para mí, y aunque por mucho tiempo fue mi lugar seguro sabía que tarde o temprano terminaría yéndose, igual que Jonathan, igual que Abigail, igual que todos los demás.
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~ ⁿᵒ ᵒˡᵛⁱᵈᵉˢ ᵗᵒᶜᵃʳ ˡᵃ ᵉˢᵗʳᵉˡˡⁱᵗᵃ ~
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
Narrativa generaleEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.