✠ 𝙴𝙳𝚆𝙰𝚁𝙳 ✠
No es fácil dejar de mirar la indecente fotografía que Helen me envió, me gustaría poder acelerar el tiempo para tenerla nuevamente en mis brazos, pero por fortuna ya pasa del mediodía, así que solo necesito ser paciente. Mientras la hora llega me aprovecho de mi creatividad para imaginar decenas de escenarios junto a ella. Todos son distintos, sin embargo tienen algo en común; en cada uno de ellos me encuentro entre sus piernas, besando cada centímetro de su perfecto cuerpo.
De pronto toda esa inspiración se disuelve, el timbre se ha escuchado, pienso que quizás Emma olvidó sus llaves, así que me levanto con mucha seguridad para abrirle la puerta, me molesta el hecho de que esa acción se esté volviendo una costumbre para ella.
Mis ojos se abren con suma sorpresa, frente a mí no está Emma, si no Chrissy.
—¿Qué haces aquí? —intento comprender la situación pues según tenía entendido, regresaría hasta mañana por la noche.
—Hola amor, también te extrañé —su comentario está lleno de sarcasmo. —¿Puedo entrar a mi casa? —me hago a un lado permitiéndole entrar a nuestro hogar, deja su maleta cerca de las escaleras y camina hasta el sofá, dónde se deja caer.
—Creí que regresarías hasta mañana —cierro la puerta y tomo asiento en el otro sofá.
—¿Acaso lo olvidaste? —me mira con el ceño fruncido, rápidamente intento averiguar a lo que se refiere, y ante mi falta de respuesta su expresión cambia, reflejando ahora tristeza. —Sí lo olvidaste —se levanta y pasa por mi lado con completa indiferencia.
—Espera Chrissy —la tomo del brazo pero con un movimiento hábil logra soltarse.
—Voy a darme un baño —sube las escaleras a toda velocidad.
La memoria se me refresca y al fin logro entender de lo que Chrissy hablaba, justo hoy es nuestro doceavo aniversario de bodas. Soy el hombre más idiota del mundo, he puesto toda mi atención en una aventura que cualquier día de estos va a terminarse, dejando de lado a mi familia, descuidando a mi esposa y olvidando por primera vez una fecha tan importante como esta.
Tomo mi billetera y las llaves del auto, salgo de casa y emprendo mi camino hasta la plaza comercial, si me doy prisa puedo arreglar este asunto y obsequiarle a mi preciosa esposa una noche increíble.
Apenas entro a Starcourt una buenísima idea se instala en mi mente, Emma es muy detallista, y además conoce perfectamente a su madre. Necesito ayuda y nuestra hija es la persona más indicada para esto. Me acerco a la heladería y gracias a las ventanas panorámicas puedo observar quién se encuentra dentro. Respiro aliviado al darme cuenta de que Helen no está.
—Hola princesa —digo en cuanto cruzo la entrada, Emma rodea el mostrador y luego corre hasta mí. —¿Estás sola? —pregunto para asegurarme de que Helen no esté, no quiero que escuche los planes que tengo con mi esposa.
—Sí, Hel descansó hoy —asiento con la cabeza. —Pero... ¿qué haces aquí? —levanta sus cejas y me sonríe.
—Tu madre regresó —confieso.
—Justo para su aniversario, ¿ya tienes su regalo? —me siento tan avergonzado, mejor Emma lo recordó.
—Aún no, no te molestes conmigo, lo olvidé —aprieto los labios, sus ojos cafés se abren ante mi confesión.
—No tengo por qué molestarme, todos los años la llevas a un restaurante o se van de viaje —su reacción me hace sentir más tranquilo.
—Pero me gustaría saber por qué lo olvidaste, ¿es por el trabajo? —su pregunta me ha dejado pasmado.
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𝙰𝙼𝙰𝚁𝙴𝚂𝙲𝙴𝙽𝚃𝙴
Genel KurguEdward Munson tiene ahora 38 años, pero su esencia sigue siendo la misma, le gusta estar en situaciones de riesgo, como por ejemplo; entre las piernas de la mejor amiga de su hija, Helen Byers.