/ cap. O2O

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El silencio se asentó entre ellos como una manta tibia, acallando el bullicio distante de los arbustos moviéndose al ritmo del viento y el suave murmullo de la brisa

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El silencio se asentó entre ellos como una manta tibia, acallando el bullicio distante de los arbustos moviéndose al ritmo del viento y el suave murmullo de la brisa. Brielle notó cómo la distancia entre ambos parecía desvanecerse, una proximidad que nunca había sentido tan nítida ni tan intensa. Sin la usual interrupción de amigos, de John o de sus propias dudas, era como si el mundo se hubiera detenido en ese momento único, donde nada más importaba.

George la miraba con una seriedad que ella no reconocía del todo, una intensidad que apenas lograba sostener sin que su corazón comenzara a acelerarse de manera inquietante. En su mente, Brielle intentaba racionalizarlo todo, pero algo en la mirada de George, en su cercanía, le hacía imposible pensar con claridad. Su mano rozó la de ella de manera casual, apenas un roce, pero suficiente para que Brielle sintiera un pequeño estremecimiento.

—¿Sabes? —susurró George, rompiendo el silencio—, creo que nunca había disfrutado tanto un momento como este.

Brielle sonrió, pero sintió que la sinceridad en sus palabras iba más allá de lo que ella estaba preparada para procesar. Algo en la calidez de su tono la invitaba a no escapar, a quedarse ahí, atrapada en esa intimidad inesperada que ambos parecían compartir.

—Sí, es… diferente —respondió ella, eligiendo sus palabras cuidadosamente, aunque su voz apenas salió en un murmullo.

George se inclinó un poco hacia ella, su expresión suavizándose, como si sus propias dudas también se estuviera disipando. Brielle notó el destello de vulnerabilidad en sus ojos, algo que no solía ver en él y que, de alguna manera, le daba el valor de corresponder a esa cercanía sin alejarse.

—A veces pienso en todo esto, en… en nosotros —admitió él en voz baja—. No sé cómo llegamos aquí, pero me alegra que estemos aquí ahora.

El tono de su voz tenía un toque de nostalgia, como si cada palabra fuera una confesión velada. Brielle se sintió atrapada entre el impulso de cerrar la distancia entre ellos y el miedo a lo que eso significaría. Pero no podía negar que algo en ella la empujaba a acercarse un poco más, a dejar que aquella tensión que flotaba entre ambos tomara forma.

—Yo también, George —susurró, y sin pensarlo demasiado, su mano buscó la de él, entrelazando sus dedos en un gesto tímido pero decidido. Era un paso pequeño, pero, para ellos, parecía un acto de valentía compartida, algo que por fin los dejaba sin nada más que esconder.

La distancia se hizo apenas un susurro entre ambos, y en ese instante, cada duda, cada pregunta quedó en el aire.

Minutos después decidieron ingresar a la casa mientras la presión entre ellos crecía en un silencio que parecía darles permiso para no pensar, para simplemente ser ellos mismos sin la carga de lo que implicaba. George se detuvo con ella en medio del pasillo y la miró con una expresión suave, y en el reflejo de sus ojos, Brielle pudo ver sus propias inseguridades desvanecerse, como si por un instante ambos se hubieran encontrado en un lugar sin temor.

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