/ cap. O19

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Después de un par de días el sol de la tarde se filtraba por las ventanas de la sala de ensayo, proyectando sombras alargadas y cálidas sobre las paredes

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Después de un par de días el sol de la tarde se filtraba por las ventanas de la sala de ensayo, proyectando sombras alargadas y cálidas sobre las paredes. George estaba ajustando las cuerdas de su guitarra, su atención aparentemente centrada en su instrumento, mientras Brielle, desde el otro lado de la habitación, intentaba encontrar su lugar entre los cables y amplificadores dispersos.

Llevaba días sin tener una conversación sincera con él desde aquella mañana en la cafetería. Las palabras no pronunciadas y las miradas sostenidas parecían acumularse en el aire, volviéndolo denso. El grupo estaba en un descanso, y Paul y John habían salido un momento, dejando a Brielle y a George a solas.

George alzó la vista y encontró a Brielle observándolo, su expresión entre curiosa e incierta. Fue un momento breve, pero bastó para que sintiera un impulso que le recorrió como un escalofrío. Su corazón latía con fuerza, pero mantuvo su compostura, apoyando la guitarra en su pierna y observándola con una media sonrisa.

—¿Qué te tiene tan callada hoy? —preguntó George, con un tono de voz suave y bajo, tan distinto al de las bromas de siempre.

Brielle lo miró, con esa mezcla de timidez y desafío que parecía surgir en ella cada vez que estaban solos. Dio un par de pasos, acercándose hasta quedar a pocos centímetros de donde él estaba sentado, intentando no dejar que su mirada traicionara los nervios que le recorrían.

—Nada… —respondió, como si fuera lo más obvio, pero con una sonrisa nerviosa que desmentía sus palabras—. Solo, no sé… supongo que a veces siento que ya no sé cómo hablar contigo. Como si… algo hubiera cambiado. —Las palabras parecían salir de ella sin filtro, como si la quietud de la sala de ensayo hubiera desatado una verdad que llevaba demasiado tiempo guardada.

George asintió lentamente, sus ojos fijos en los de ella. Podía sentir esa tensión, esa chispa que se intensificaba con cada palabra. Ladeó la cabeza, tratando de darle un toque ligero al momento, aunque la seriedad en su mirada era innegable.

—Quizá… es porque algo sí ha cambiado —respondió en voz baja, casi en un susurro, mientras una de sus manos se movía inconscientemente hacia ella, deteniéndose a medio camino antes de que el gesto pareciera demasiado evidente.

Brielle sintió un impulso de decir algo más, de aclarar el momento, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Al final, optó por inclinarse y tomar la guitarra entre sus manos, sus dedos rozando los de George en un toque que, aunque fugaz, se sintió como una descarga.

Ambos se quedaron en silencio, observando el movimiento de sus manos compartiendo el mismo espacio, tan cerca pero tan lejos de cruzar esa frontera invisible que parecía sostenerlos en un delicado equilibrio.

George miró cómo los dedos de Brielle se deslizaban con cuidado por las cuerdas de la guitarra, como si el momento se hubiera reducido a esa conexión tangible, aunque insignificante, entre ellos. Sintió que cada segundo estiraba la tensión entre los dos, cargando el aire con algo que era imposible de nombrar.

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