¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El sol apenas despuntaba, iluminando débilmente las calles de Liverpool con una luz suave y grisácea. Brielle caminaba por el centro de la ciudad, perdida en sus pensamientos mientras el murmullo de la mañana comenzaba a despertar a su alrededor. Había quedado en encontrarse con George para tomar un café antes del ensayo, un pequeño ritual que ambos mantenían, aunque en secreto, y que había llegado a significar algo más de lo que ella se atrevía a admitir.
Apenas lo divisó entre la multitud, sintió un extraño alivio que siempre la sorprendía. George estaba apoyado contra la pared de la cafetería, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el suelo, como si tratara de descifrar algo en el pavimento. Cuando la vio acercarse, levantó la cabeza y sonrió con un toque de nerviosismo.
—¿Madrugaste? —le preguntó ella, intentando sonar casual, aunque había una leve inquietud en su voz.
George asintió y le abrió la puerta con un gesto amable. —No podía dormir —murmuró mientras ambos entraban—. Pensé que sería mejor salir temprano.
La cafetería estaba casi vacía, con solo un par de clientes dispersos por las mesas. Se sentaron junto a una ventana, desde donde podían observar cómo las calles comenzaban a llenarse de vida. Durante unos minutos, el silencio se hizo presente entre ellos, uno cómodo y a la vez lleno de preguntas no dichas.
Brielle miró su taza, intentando encontrar la manera de hablar sobre lo que realmente estaba en su mente sin asustarlo, sin exponer el leve, casi imperceptible conflicto que sentía cada vez que estaba cerca de él. Se decidió a romper el silencio con una sonrisa.
—¿Sabes? A veces me pregunto si estamos viviendo una especie de… doble vida —dijo, bromeando, aunque sus palabras escondían una verdad.
George soltó una risa suave, pero sus ojos mostraban algo más profundo. —No es fácil, ¿verdad? Fingir que no somos tan cercanos… aunque en realidad… —Sus palabras se desvanecieron, y bajó la vista, como si hubiera dicho demasiado.
Ella se inclinó hacia adelante, atrapada entre la curiosidad y el nerviosismo. —¿En realidad qué?
Él levantó la vista y la miró con una intensidad que la dejó sin aliento, como si en ese momento el mundo entero se redujera a la pequeña distancia entre ambos. George abrió la boca para responder, pero en lugar de palabras, optó por un leve suspiro y una sonrisa resignada.
—Nada —dijo, desviando la mirada hacia la ventana—. A veces, simplemente me pregunto cómo serían las cosas si no tuviéramos que ocultar esta amistad… o lo que sea que sea esto.
Brielle sintió un extraño calor en el pecho, una mezcla de alivio y desconcierto. Las palabras de George confirmaban que él también sentía esa conexión, pero aún así, seguía siendo un misterio. Ambos sabían que sus sentimientos estaban ahí, presentes como un secreto compartido y, a la vez, oculto. Decidió que, por ahora, el silencio era suficiente, aunque cada vez sentía que las barreras entre ellos se volvían más frágiles, como si estuvieran a punto de romperse en cualquier momento.