/ cap. O28

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Justo cuando la tarde parecía ir decayendo en risas y acordes, George dejó la guitarra a un lado y se levantó del sofá, anunciando que debía irse

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Justo cuando la tarde parecía ir decayendo en risas y acordes, George dejó la guitarra a un lado y se levantó del sofá, anunciando que debía irse. Brielle sintió cómo su corazón daba un pequeño vuelco al verlo recoger su abrigo con aquella calma característica, como si cada movimiento suyo estuviera perfectamente calculado para no llamar demasiado la atención.

—¿Ya te vas, Harrison? —preguntó John desde el sillón, mientras tamborileaba un ritmo inexistente sobre sus rodillas—. ¿O es que tienes una cita secreta que no nos quieres contar?

George le lanzó una mirada resignada y negó con la cabeza.

—No todos somos como tú, Lennon —respondió con un amago de sonrisa—. Es tarde y aún tengo cosas que hacer.

Brielle sabía que no debía darle importancia, pero algo en la manera en que George evitaba mirarla la inquietaba. Esa desconexión extraña que había sentido desde la noche anterior seguía flotando en el aire, y ella no podía simplemente ignorarla.

Decidió que no lo haría.

—Te acompaño hasta la puerta —dijo, antes de que nadie más pudiera ofrecerse.

La expresión de George cambió ligeramente; sus ojos se abrieron apenas un poco, como si no esperara aquello. Pero no protestó.

Mientras ambos caminaban hacia la entrada, las risas y el murmullo de la sala se desvanecieron detrás de ellos. Al llegar al umbral, George se volvió hacia ella, claramente incómodo, con una mano metida en el bolsillo y la otra ajustándose el cuello del abrigo.

—Gracias por acompañarme —dijo, mirando a cualquier lado menos a ella.

Brielle cruzó los brazos, inclinándose ligeramente hacia un lado mientras lo miraba fijamente.

—No te vayas todavía —dijo, su voz más firme de lo que esperaba.

George frunció el ceño, sorprendido por su tono.

—¿Por qué?

Ella dio un paso hacia él, desafiando el impulso de retroceder. Estaba cansada de guardar silencio, de no entender lo que sucedía entre ellos y de fingir que todo estaba bien cuando claramente no lo estaba.

—Porque siento que estás evitando algo. O… ¿a alguien? —dijo, con las palabras saliendo más rápido de lo que podía detenerlas—. Y si soy yo, George, no sé por qué.

George la miró entonces, y en sus ojos oscuros había una mezcla de sorpresa y algo más, algo que Brielle no podía descifrar del todo.

—No sé de qué hablas —murmuró, dando un paso hacia atrás, como si con eso pudiera escapar de la conversación.

Brielle negó con la cabeza, sintiendo una oleada de frustración mezclada con valentía.

—Sabes perfectamente de qué hablo —replicó—. Anoche… lo que sea que pasó anoche… tú no has sido el mismo desde entonces. Y no voy a fingir que no me importa, porque me importa.

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