/ cap. O12

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La mañana siguiente se deslizó lentamente en la casa de los Lennon. Brielle bajó las escaleras con la cabeza llena de pensamientos y el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. Las palabras de George y la tensión entre él y John aún rondaban su mente, como si estuvieran atrapadas en una especie de eco insistente. Sabía que, por el momento, debía actuar con naturalidad, pero sentía que algo invisible había cambiado en su mundo.

Mientras se servía una taza de té, John entró en la cocina, saludándola con un breve asentimiento. No había ni rastro de lo que había sucedido la tarde anterior en su expresión. Él parecía sereno, casi despreocupado, como si la confrontación con George nunca hubiese tenido lugar.

—¿Vas a ver a tus amigas hoy? —preguntó John, hojeando el periódico y desviando la conversación hacia un terreno seguro.

Brielle asintió, aunque estaba un poco distraída. —Quizás… aunque pensaba quedarme aquí. Tengo tarea que hacer.

John levantó la vista y la observó con una leve sonrisa. —Bueno, está bien. Solo... quiero que recuerdes que aquí siempre tienes un lugar seguro. Nada de chicos raros rondando, ¿eh?

Brielle intentó no dejarse afectar por el comentario, asintiendo con una sonrisa sin darle demasiada importancia. No quería que John notara ninguna reacción especial, pero sus palabras parecían ocultar algo más, una especie de advertencia velada que ella prefería ignorar. Por ahora, simplemente se concentraría en su día, tratando de dejar atrás los eventos de la tarde anterior.

Más tarde, Brielle decidió salir al parque para despejarse. Caminó por los senderos serpenteantes, dejando que el fresco aire de Liverpool la envolviera y ayudara a aclarar sus pensamientos. Observó a los niños jugando, parejas paseando, y poco a poco sintió cómo sus preocupaciones se desvanecían momentáneamente. Pero mientras paseaba, su mente inevitablemente volvía a George, preguntándose cómo él habría afrontado el día luego del enfrentamiento con John.

De repente, se sobresaltó al ver que George estaba allí, sentado en una banca al otro lado del parque, con la mirada perdida en el suelo y las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Dudó un segundo, pero finalmente se acercó a él, intentando no hacer ruido.

—¿George? —murmuró suavemente cuando estuvo lo suficientemente cerca.

Él levantó la vista y, al verla, una sonrisa cansada pero genuina apareció en su rostro.

—Brielle… —dijo, y su voz tenía un tono de sorpresa mezclado con alivio—. No pensé que te encontraría aquí.

Ella sonrió y se sentó junto a él, dejando que el silencio les envolviera un momento. Ninguno parecía saber por dónde empezar, pero era como si ambos comprendieran que algo importante estaba a punto de decirse.

—Escuché... un poco de lo que pasó ayer —admitió Brielle en voz baja, sin mirarlo directamente.

George se tensó un poco, apartando la mirada. —¿Entonces sabes que John…? Bueno, ya sabes cómo se puso.

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