/ cap. O27

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Aún riendo por el paseo con Paul, Brielle regresó a casa al atardecer, justo cuando el cielo de Liverpool comenzaba a teñirse de suaves tonos anaranjados

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Aún riendo por el paseo con Paul, Brielle regresó a casa al atardecer, justo cuando el cielo de Liverpool comenzaba a teñirse de suaves tonos anaranjados. Al abrir la puerta, percibió un murmullo de voces provenientes de la sala, y se detuvo en seco al reconocer los inconfundibles tonos de John y Ringo, riendo por algún chiste que acababan de compartir. Se acomodó el abrigo, intentando que su respiración volviera a la normalidad antes de entrar.

—¡Brielle! —exclamó Ringo apenas la vio, alzando una mano en un saludo entusiasta desde el sofá, donde estaba sentado al lado de John—. ¡Ven acá, mujer, que justo hablábamos de ti!

Ella sonrió y se acercó despacio, aunque su mirada vagó de inmediato hacia la esquina de la sala, donde Cynthia estaba sentada con una taza de té entre las manos. Le dedicó una sonrisa cómplice, mientras Cynthia le devolvía una mirada serena y afectuosa.

—¿Y se puede saber de qué estaban hablando? —preguntó Brielle, cruzando los brazos y mirándolos con una fingida seriedad.

John, que parecía estar disfrutando del pequeño “misterio”, le dio un codazo a Ringo antes de soltar una carcajada.

—Nada de qué preocuparse, ¿eh? Solo decíamos que a Paul se le metió la idea de enseñarte a andar en bicicleta. ¿Sobreviviste a sus enseñanzas o no?

—No ha estado tan mal —respondió Brielle en tono ligero, lanzando una mirada de complicidad hacia Paul, quien le guiñó un ojo desde el rincón donde había tomado asiento.

En ese instante, la puerta de la cocina se abrió, y tía Mimi apareció con una bandeja repleta de tazas y un pastel que había horneado. Brielle se dio cuenta de que la atención de Mimi la seguía de cerca, como si cada paso que daba fuera motivo de interés para ella. La anciana parecía más seria de lo usual, aunque su rostro mantenía ese aire de preocupación familiar que Brielle comenzaba a entender como un reflejo de cariño.

—¿Se puede saber qué celebramos? —preguntó Mimi, colocando la bandeja sobre la mesa mientras sus ojos pasaban rápidamente de uno a otro, como si buscara descubrir algo en sus expresiones.

Cynthia fue la primera en responder, con su calma característica y una sonrisa suave.

—Nada en especial, Mimi. Aunque tal vez… —se interrumpió un segundo, lanzando una mirada afectuosa hacia John, que estaba observándola con una expresión divertida—. Digamos que siempre hay razones para celebrar cuando se está en buena compañía.

La sonrisa de Brielle se tornó genuina al ver cómo John suavizaba su actitud frente a Cynthia, y pensó en lo afortunados que eran al poder disfrutar de esos pequeños momentos. Sin embargo, en el fondo, no podía evitar pensar en George y en el extraño vacío que dejaba su ausencia, a pesar de que lo había visto la noche anterior.

Paul, siempre atento, pareció captar el leve cambio en el rostro de Brielle, y le dio una palmada en el hombro, interrumpiendo sus pensamientos.

—Vamos, Brielle, no te quedes tan callada. Si sobrevives a mis lecciones de bicicleta, lo siguiente es enseñarte a tocar el bajo. ¡No te escapas!

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