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Transcurrieron un par de días después de lo sucedido. Aquel día amaneció con una extraña calma, como si el mundo fuera consciente de la tensión que se iba acumulando entre Brielle y George. Ambos intentaban mantenerse en sus rutinas cotidianas y tal vez repetitivas, fingiendo que todo estaba bien, aunque cada pequeño encuentro, cada mirada furtiva, hacía más difícil ignorar el cambio en su relación.
A lo largo del día, Brielle sentía un impulso constante de querer acercarse a George, y aunque trataba de convencerse de que lo mejor era mantener cierta distancia, sus pensamientos la traicionaban. Su mente regresaba una y otra vez a la tarde anterior, reviviendo cada instante, cada palabra, como si no pudiera dejar de repasar aquella chispa entre ellos. Era una lucha interna, un enfrentamiento entre lo que quería y lo que temía perder.
Cuando finalmente llegó el atardecer, Brielle decidió distraerse, salio de su habitación y bajo las escaleras para dirigirse a la sala, al bajar se encontró a su hermano John sentado cómodamente en el sofá, y por supuesto, junto a George y Paul, quienes habían llegado momentos antes. George la saludó con una ligera sonrisa, y aunque intentaron mantener las apariencias, la familiaridad que compartían traicionaba la distancia que fingían mantener.
—¡Vaya, Brielle! —exclamó John, con su usual entusiasmo—. Justo estábamos a punto de ensayar algo nuevo. ¿Quieres quedarte a escuchar?
Brielle asintió, sentándose en una esquina de la sala mientras los muchachos tomaban sus instrumentos. Aunque intentaba concentrarse en la música, era casi imposible ignorar la presencia de George. Él también parecía distraído, lanzando miradas fugaces en su dirección, que ella fingía no notar, pero que en el fondo la hacían sonreír con una mezcla de nervios y emoción.
La tensión aumentaba con cada acorde, como si ambos supieran que estaban jugando un juego peligroso en el que los sentimientos podían salir a la luz en cualquier momento. La música llenaba el espacio, envolviendo la habitación en un ambiente íntimo y cargado de emociones no expresadas.
Al terminar la canción, John y Paul intercambiaron impresiones sobre algunos ajustes, y George aprovechó la pausa para acercarse a Brielle.
—¿Te gustó? —preguntó en voz baja, con una sonrisa casi imperceptible que solo ella pudo captar.
Brielle asintió, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al estar tan cerca de él.
—Sí… es hermosa, George. —Su respuesta fue un susurro, pero en sus ojos se reflejaba una emoción profunda, algo que no necesitaba palabras.
John se acercó con una sonrisa, rompiendo el momento con su típica jovialidad.
—Oye, Brielle, ¿qué tal si nos das una opinión objetiva? Vamos, dime la verdad —dijo, riendo mientras lanzaba un brazo sobre el hombro de su hermana.
Brielle se rió, agradeciendo la intervención de John para aliviar la tensión en el ambiente. Sin embargo, al cruzar una última mirada con George, supo que la distancia entre ellos era solo una fachada, algo que tarde o temprano tendrían que enfrentar, aunque ninguno de los dos estuviera listo para hacerlo.