/ cap. O3O

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Salto de Tiempo

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Salto de Tiempo

(Febrero de 1962)

El aire gélido de Liverpool parecía instalarse en los huesos de todos, pero a Brielle le resultaba extrañamente reconfortante. Había algo en el invierno que le daba un respiro de los días demasiado ruidosos, de las emociones demasiado intensas. Caminaba con cuidado por las calles adoquinadas, los libros de clase apretados contra su pecho, mientras el humo de las chimeneas llenaba el aire con un aroma familiar.

Desde la esquina del club Casbah, una risa conocida la distrajo. Levantó la mirada justo a tiempo para ver a John saliendo junto a Paul y Pete Best. Llevaban sus chaquetas largas y parecían más animados de lo habitual, bromeando y empujándose entre sí.

—¡Bri! —gritó John al verla, alzando una mano en señal de saludo—. ¡Justo a tiempo!

Ella frunció el ceño, ajustando su bufanda.

—¿Para qué exactamente? —preguntó, acercándose con cautela.

Paul le dedicó una de sus sonrisas encantadoras.

—Tu querido hermano necesita una excusa para no ir a casa todavía. Algo sobre Mimi y una lámpara rota.

—¡Fue George quien la rompió! —protestó John de inmediato, aunque su sonrisa lo delataba—. Yo solo... bueno, empujé un poco.

El corazón de Brielle dio un vuelco al escuchar el nombre de George, pero se obligó a mantener la calma.

—No sé si Mimi creerá eso, pero suerte con la excusa —respondió, rodando los ojos mientras pasaba junto a ellos.

—Espera, espera —dijo John, sujetándola del brazo antes de que pudiera seguir caminando—. George está aquí. Bueno, allá dentro —añadió, señalando hacia el interior del club.

Brielle sintió un nudo en el estómago. Desde aquella noche en diciembre, apenas había hablado con George. Ambos parecían evitarse en público, como si un acuerdo tácito los mantuviera distantes. Pero ahora, la posibilidad de verlo tan de improviso la desarmaba.

—No tengo tiempo, John —dijo, esforzándose por sonar indiferente.

—Vamos, solo será un momento. Deberías saludarlo —insistió, con ese tono autoritario que Brielle odiaba porque sabía que casi siempre terminaba cediendo.

Sin esperar su respuesta, John la llevó dentro.

El interior del club estaba más vacío de lo habitual. Solo unos cuantos chicos y chicas conversaban en las mesas, y el sonido de una guitarra se mezclaba con el murmullo general. Al fondo, junto a un amplificador, estaba George, afinando su guitarra con gesto concentrado.

Brielle se detuvo en seco al verlo. Llevaba una camisa sencilla bajo su chaqueta y parecía absorto en su tarea, pero había algo en su postura, en la forma en que fruncía ligeramente el ceño, que la hizo sentir ese calor familiar en el pecho.

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