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Al día siguiente el sol de la mañana apenas asomaba entre las nubes cuando Brielle bajó las escaleras de la casa, sintiendo un inusual nerviosismo. La chaqueta de George aún permanecía en su habitación yaciendo en el armario de Brielle, un recordatorio de aquella noche que, para ella, había cambiado tantas cosas. Intentaba convencerse de que no era algo obvio, de que nadie notaría que conservaba un abrigo que le pertenecía a él… pero la idea se disolvió en cuanto escuchó la voz de John al fondo de la cocina.
—¡Eh, ahí estás! —John la miró al entrar, con una taza de té en la mano y una sonrisa que apenas alcanzaba sus ojos aún adormilados.
Brielle intentó devolverle la sonrisa, mientras ponía un mechón de cabello castaño detrás de su oreja. Sin embargo, John, siempre tan perspicaz, recordo la noche anterior.
—¿Se puede saber de quién era la chaqueta con la que regresaste ayer por la noche? —preguntó, su tono lleno de una mezcla de curiosidad y burla.
Brielle se quedó inmóvil por un segundo, sintiendo cómo su mente trabajaba a toda prisa para encontrar una respuesta. Finalmente, se encogió de hombros, intentando sonar despreocupada.
—Ah, es de un amigo. La noche estaba helada y me la prestó.
John entrecerró los ojos, evaluándola con una mezcla de escepticismo y diversión. Se acercó un poco más, recordando la prenda con detenimiento, y Brielle sintió que el calor subía a sus mejillas.
—¿Un amigo, eh? —repitió, arrastrando las palabras—. ¿Uno de esos "amigos" que no pueden dejar de prestarte sus cosas?
La expresión de John tenía un tono de broma, pero Brielle notó la manera en que John también tenía un leve tono de seriedad, como si algo en su interior se alertara.
—Es solo una chaqueta, John —respondió con una sonrisa nerviosa, buscando disipar cualquier sospecha que pudiera surgir en su hermano.
Pero John solo frunció el ceño, sin parecer del todo convencido. Aunque Brielle hizo un esfuerzo por mantener la calma, el recuerdo de George y del calor de su abrazo la acompañaba en cada intento. Sabía que debía actuar con cautela, porque John, aunque bromista, era observador; cualquier cambio, por pequeño que fuera, no pasaría desapercibido para él.
John se alejó finalmente, pero antes de salir del comedor, lanzó una última mirada a Brielle, una mirada que ella sintió tan inquisitiva como silenciosa.
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