/ cap. O11

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El sonido de las llaves de Brielle hizo eco en el silencio del pasillo cuando finalmente llegó a casa

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El sonido de las llaves de Brielle hizo eco en el silencio del pasillo cuando finalmente llegó a casa. La oscuridad empezaba a llenar cada rincón, y solo el parpadeo lejano de las luces de la calle iluminaba el sendero que la había guiado hasta la puerta. Sintió el leve cansancio del día, pero también una inquietud que la acompañaba desde el momento en que había salido de la escuela. La imagen de George seguía rondando en su mente, y, aunque intentaba convencerse de que era una simple costumbre, el sentimiento persistía.
Al entrar, escuchó un murmullo en la sala y divisó a John, relajado en el sillón, hojeando distraídamente una revista de música. Su hermano levantó la vista al oírla y esbozó una media sonrisa.
—Llegaste temprano. —comentó sin darle mayor importancia, antes de volver la mirada a la página que leía.
Brielle sonrió y asintió, pasando de largo hacia la cocina para buscar algo de beber. El silencio reinante la calmó, aunque sus pensamientos continuaban agitados. Se sirvió un vaso de agua y bebió lentamente, dejándose llevar por la tranquilidad del momento. Sin embargo, una parte de ella no dejaba de preguntarse cómo había terminado en esta situación: confundida y buscando significado en algo que, hasta hacía poco, consideraba sencillo. George era su amigo, y punto.
Pero las cosas habían cambiado, por más que no quisiera admitirlo.
Después de cenar y pasar algo de tiempo con John en la sala, Brielle subió a su habitación, decidida a distraerse con sus apuntes y tareas de la escuela. Colocó su mochila en el escritorio, sacó un cuaderno, y se sentó a revisar las páginas con los ojos entrecerrados, intentando concentrarse en las palabras. Sin embargo, cada línea que leía parecía desvanecerse, y su mente volvía a ese preciso instante de la tarde anterior, cuando George la había acompañado hasta casa.
Finalmente, Brielle se dejó caer sobre la cama y cerró los ojos, rendida a sus pensamientos. Se imaginó que el día siguiente traería más claridad, y que, con suerte, los ecos de esta confusión se disiparían al igual que las sombras en la noche.

A la mañana siguiente, Brielle se despertó con el murmullo de voces provenientes de la sala. Al mirar por la ventana, notó que el sol aún estaba bajo, tiñendo el cielo de un tono suave y frío. Se vistió rápidamente y bajó las escaleras, esperando encontrar a John y los chicos ensayando.
En el salón, John, Paul, George y Pete ya estaban en sus posiciones, con las guitarras afinadas y los acordes resonando suavemente. George, de pie junto al amplificador, ajustaba unas notas mientras el resto afinaba sus propios instrumentos. Brielle decidió observar desde la puerta, sin interrumpir, aunque su mirada se detuvo unos segundos más en George, como si sus pensamientos inconscientemente la llevaran a él.
La práctica comenzó, y todo parecía fluir en un ritmo perfecto, hasta que, en un descanso, Brielle escuchó a George mencionarle a Paul en un tono bajo algo que ella no alcanzó a escuchar del todo. La mención de su nombre, sin embargo, bastó para captar su atención, así como la de John, quien alzó una ceja con suspicacia.
—¿"Brielle"? —preguntó John de pronto, girándose hacia George—. ¿Y por qué hablas de mi hermana, eh?—
George, tomado por sorpresa, intentó disimular, pero una leve sonrisa nerviosa lo delató. —No es nada, solo estábamos recordando la salida de ayer, eso es todo.—
La respuesta parecía inofensiva, pero el tono en la voz de George sonaba extraño, algo más suave de lo habitual, y John no tardó en notarlo. Observó detenidamente a su amigo, como si buscara una explicación más clara.
—¿Ah, sí? —replicó John, cruzando los brazos—. ¿Y desde cuándo te interesa tanto Brielle?—
George se removió, incómodo, intentando encontrar una respuesta que pudiera apaciguar a John. Pero en ese instante, una chispa de honestidad lo invadió, y sin pensarlo demasiado, dejó escapar algo que había guardado en silencio por mucho tiempo.
—John, sé que es tu hermana, pero... no puedo evitarlo. Hay algo en ella que... que me hace sentir diferente.—
El ambiente se tensó de inmediato. John frunció el ceño, y antes de que nadie pudiera intervenir, dio un paso hacia George, empujándolo ligeramente hacia atrás con el hombro.
—¿Diferente? —repitió, alzando la voz—. ¿Cómo que "diferente", George? ¿Qué estás tratando de decir?—
George se mantuvo firme, aunque sentía su pulso acelerarse. —Es... complicado, John. Solo... creo que siento algo por ella. Pero nunca haría nada que pudiera ponerla incómoda o arruinar nuestra amistad.—
John soltó una risa corta y sarcástica. —¿Ah, sí? ¿Y piensas que todo esto es una broma, eh? Porque para mí esto es en serio, George. Te lo advierto, ni se te ocurra acercarte a Brielle de esa forma.—
George intentó calmar la situación, levantando las manos en señal de paz. —No me acerco a ella con malas intenciones, John. Solo... no puedo controlar lo que siento.—
John se acercó aún más, y lo empujó otra vez, esta vez un poco más fuerte. —Escúchame bien, Harrison. Si sientes algo, mejor olvídalo. No quiero que te acerques a ella, ¿entiendes? —
Paul y Pete, que hasta ese momento observaban en silencio, decidieron intervenir. Paul puso una mano en el hombro de John, intentando calmarlo.
—Vamos, John. George no ha hecho nada malo. Solo está siendo honesto contigo.—
John se encogió de hombros, con los ojos todavía fijos en George. Después de un segundo, soltó un suspiro y dio un paso atrás, aunque aún con el ceño fruncido.
—Te lo digo en serio, George. No quiero ningún problema con mi hermana, y mucho menos contigo. Así que mejor ponle fin a esa idea antes de que esto pase a más.—
George asintió, sin decir nada, aunque el dolor de la advertencia de John se reflejaba en su mirada. Sabía que, por el bien de la amistad y la banda, tendría que mantener sus sentimientos a raya, aunque eso significara ignorar aquello que llevaba dentro desde hacía tanto tiempo.

John lanzó una última mirada severa hacia George antes de girarse y volver a su lugar en el salón, tomando su guitarra con las manos aún tensas. Todos parecían retomar sus posiciones, aunque el ambiente estaba cargado de incomodidad. Brielle, que había escuchado parte de la conversación desde el pasillo, sintió cómo su corazón palpitaba con fuerza al comprender la intensidad de lo que acababa de suceder. No podía negar la mezcla de sorpresa y confusión que la embargaba.
Intentando que no se notara que había escuchado, se alejó de la puerta y decidió ir a su habitación para ordenar sus pensamientos. La revelación de los sentimientos de George la había tomado desprevenida, y aunque había estado tratando de ignorar los propios, ahora le resultaba imposible.
Mientras se recostaba en su cama, las palabras de George resonaban en su mente: "No puedo controlar lo que siento." Esa confesión, pronunciada con una honestidad tan cruda, la había desarmado por completo. Brielle cerró los ojos, intentando calmar su respiración, aunque una parte de ella comenzaba a aceptar lo que había intentado negar por tanto tiempo.
La tarde transcurrió en silencio en la casa, y, al final del ensayo, los chicos comenzaron a despedirse. Brielle escuchó el murmullo de despedidas desde su cuarto y, cuando sintió la puerta principal cerrarse, bajó para ver a John solo en la sala, revisando su guitarra con expresión concentrada.
—¿Todo bien, John? —preguntó suavemente, tratando de leer su expresión.
John levantó la vista hacia ella, su rostro suavizándose apenas. —Sí, todo bien. Solo un poco de... tensión en el ensayo. Nada de lo que debas preocuparte.—
Brielle asintió, fingiendo que no sabía nada, pero en su interior, una chispa de determinación comenzó a crecer. Sabía que este momento cambiaría algo entre ella y George, aunque todavía no podía definir qué exactamente. Pero por ahora, decidió dejar que el tiempo siguiera su curso, confiando en que, con el paso de los días, las respuestas llegarían por sí solas.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Brielle se prometió ser sincera consigo misma. Por primera vez, permitió que su mente divagara, admitiendo, aunque fuera en un susurro para sí misma, que los sentimientos que creía inexistentes por George podían ser reales.
Finalmente, se recostó en su cama y cerró los ojos, con la incertidumbre aún presente, pero ahora entrelazada con una ligera esperanza. Sabía que, cualquiera que fuera el destino de esos sentimientos, tendría que encontrar una manera de enfrentarlos.

 Sabía que, cualquiera que fuera el destino de esos sentimientos, tendría que encontrar una manera de enfrentarlos

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(Lo hice corto por la misma razón d ayer boe)

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