CAPITULO 8

62 8 0
                                    

Hoseok.

¡Por favor Jackson, suéltala! grite, mi voz rota por el miedo y la desesperación, mientras veía cómo Jackson sujetaba a mi madre por el cabello, una mano enguantada sosteniendo con firmeza una pistola que ahora apuntaba directamente a ella.

La mirada de Jackson, carente de compasión o remordimiento, parecía disfrutar del terror que yo no podía disimular. Mi madre luchaba contra el agarre, sus ojos llenos de miedo, pero Jackson solo sonreía, apretando aún más el arma contra su sien, como si su sufrimiento fuera una especie de espectáculo entretenido.

Te dije que no hicieras nada estúpido, Hoseok. Ahora me perteneces y no voy a dejar que escapes de mí.

Perdóname Jackson. Te lo juro que no volverá a ocurrir, pero por favor, suéltala.

Mi corazón latía desbocado, cada golpe resonando en mi cabeza, mientras intentaba dar un paso al frente, pero me quedé congelado, incapaz de moverme, atrapado en esa escena que era una pesadilla tan real. Los ojos de mi madre se encontraron con los míos, y en ellos vi el terror, la súplica muda que me desgarraba. Jackson sonreía, disfrutando de cada segundo, como si nuestro sufrimiento fuera una pieza de entretenimiento que él controlaba.

Te lo advertí, Hoseok. —Su voz, suave y burlona, era como una caricia venenosa que me hacía sentir aún más atrapado—Y no me quisiste escuchar. Ahora será tu madre, la que pague por los errores de tu padre y los tuyos propios.

Lo miré, temblando de rabia e impotencia. Me sentía roto, desarmado. Cualquier esperanza que hubiera tenido se desmoronaba con cada palabra suya. Traté de mantenerme firme, pero cada vez que intentaba moverme, cada vez que intentaba acercarme a mi madre, él apretaba un poco más la pistola contra su cabeza.

No... murmuré, sintiendo que mi voz se quebraba aún más  Te lo ruego, Jackson. Déjala en paz. Yo... regresaré contigo. Solo, por favor, no le hagas daño.

Su sonrisa se ensanchó, como si eso fuera justo lo que quería oír. Soltó a mi madre y ella cayó al suelo, jadeando y con el rostro pálido, pero al menos estaba libre. Mi alivio duró apenas un segundo ante de que Jackson diera un paso hacia mí, sus ojos fijos en los míos, como si estuviera marcando cada uno de mis movimientos, cada reacción. El arma seguía en su mano, y el destello del metal me recordaba que su amenaza seguía ahí, latente.

Por supuesto que regresaras conmigo. No es tu elección Hoseok. —DijoAsí que, no vuelvas escapar de mi o será la perra de tu madre, la que pague las consecuencias.

Asentí frenéticamente, no queriendo enfurecerlo más.

No lo hare. Te prometo que no lo volveré a hacer.

Jackson sonrió satisfecho y me tomo por el brazo dispuesto a llevarme consigo, cuando mi padre se interpuso en su camino. Ni siquiera se molestó en soltarme cuando mi padre se interpuso entre nosotros, su rostro tenso y pálido, con una súplica en sus ojos que no había visto nunca. Lo escuché respirar hondo, esforzándose por no mostrar miedo, aunque sus manos temblaban ligeramente al levantarlas en un gesto conciliador.

Jackson, por favor... no te lo lleves. Podemos resolver esto de otra manera. —La voz de mi padre era apenas un murmullo, quebrada y suplicante— Yo me encargaré de pagar todo lo que debo, solo dame tiempo... No tienes que hacer esto, por favor. Te daré lo que sea, pero deja a Hoseok.

Sentí cómo Jackson se detenía un momento, pero no había piedad en sus ojos, solo una frialdad calculada mientras observaba a mi padre con un desprecio evidente. Me apretó el brazo aún más fuerte, como para recordarme que no tenía escapatoria, y después se giró hacia mi padre con una sonrisa sarcástica, como si aquella súplica fuera lo más ridículo que hubiese escuchado.

EL DONCEL Y LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora