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La cueva estaba impregnada de una tensión palpable. El aire, pesado y húmedo, parecía intensificar el dolor que Itachi sufría en ese momento. Sus respiraciones eran entrecortadas, cada contracción haciéndolo retorcerse, su cuerpo temblando y su rostro contorsionado por el sufrimiento. A pesar de tener a su hermano Sasuke y a Shisui a su lado, no podía evitar sentirse completamente solo. Cada ola de dolor era un recordatorio de la fragilidad de su cuerpo, de lo que estaba a punto de suceder.

—¡Ahhh! —un grito desgarrador escapó de los labios de Itachi, su abdomen tenso como si estuviera a punto de romperse. La presión interna se intensificaba, y su respiración se volvía cada vez más errática. El dolor lo estaba ahogando, y su mente ya no podía procesar nada más que esa sensación insostenible.

Sasuke, con el rostro tenso, sostenía la mano de Itachi con fuerza. No podía hacer nada para detener el sufrimiento de su hermano. La angustia en sus ojos era evidente mientras observaba a Itachi, luchando por mantener la conciencia mientras las contracciones lo desgarraban.

—¡Orochimaru! —gritó Sasuke con una mezcla de urgencia y frustración, su voz resonando en la cueva. Sabía que el tiempo se estaba agotando, y no podían perder ni un segundo más.

Orochimaru apareció rápidamente, su mirada fría y calculadora. Al ver a Itachi, su rostro se endureció, sabiendo que las cosas se habían complicado. La situación era crítica, y el parto no podía esperar.

—Itachi... —dijo Orochimaru, acercándose rápidamente—. Sasuke tiene razón. Esto no puede esperar. Hay que moverlo.

Con la ayuda de Orochimaru y Sasuke, Itachi fue levantado con cuidado, su cuerpo temblando con cada paso. Las contracciones seguían, más intensas y dolorosas. Shisui, que no había dicho una palabra hasta ahora, estaba a un lado, observando a su amado con desesperación. Sentía una impotencia abrumadora, pero no podía apartar la vista de Itachi, sabiendo que estaba sufriendo por su culpa. El peso de la culpa lo aplastaba, pero no podía hacer nada.

Cuando llegaron a la habitación de Itachi, la presión aumentaba. Itachi ya estaba exhausto, su rostro pálido y sudoroso. A medida que se recostaba en la cama, sus gritos de dolor llenaban la habitación, y cada contracción parecía desquiciarlo aún más. La sangre comenzaba a escurrir por su cuerpo, y la palidez en su rostro se intensificaba.

Shisui, viendo a Itachi en ese estado, se arrodilló a su lado, intentando tocar su mano con ternura.

—Itachi... por favor... —murmuró Shisui, su voz llena de desesperación—. No puedo soportar verte así.

Itachi, entre sollozos, logró mirarlo, pero su mirada estaba vacía, como si todo su ser estuviera desconectado del mundo. No tenía fuerzas para rechazarlo, ni para abrazarlo. La agonía era tan grande que lo único que quería era que todo terminara, que su hija naciera y que el sufrimiento cesara.

Sasuke observaba a su hermano con una angustia insoportable, deseando poder hacer más por él. Pero no podía. El dolor lo estaba consumiendo, y había algo más: la gran cantidad de sangre que estaba perdiendo. Itachi se desangraba rápidamente.

Con un grito final, el cuerpo de Itachi se tensó, y luego, el llanto de un bebé llenó la habitación. La pequeña niña había nacido. Su llanto débil resonó en la cueva, y, aunque era una señal de vida, Itachi no reaccionó. Su cuerpo ya no podía soportar más.

Orochimaru y Sasuke rápidamente colocaron a la bebé en los brazos de Itachi, pero él no parecía notar nada. El llanto de la niña seguía, pero el rostro de Itachi estaba pálido, sudoroso y, lo más alarmante, completamente inmóvil.

—¡Itachi! —gritó Sasuke, desesperado, tocando el rostro de su hermano—. ¡Itachi, reacciona!

Shisui, pálido de miedo, miró a Orochimaru. No podía creer lo que veía.

pasion prohibida (SASUNARU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora