Capitulo 40|Madrid

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Chiara Oliver.

A medida que el momento se acercaba, las emociones comenzaban a aflorar. Nos llamaron para que nos dirigiéramos hacia el avión. Violeta y Tana estaban en un rincón, rodeadas por sus padres, despedidas llenas de abrazos y palabras entrecortadas. Vi cómo las lágrimas se asomaban en los ojos de Violeta, que con esfuerzo intentaba ocultarlas, mientras que Tana no podía contener las suyas. Ambas chicas amaban profundamente su tierra, Granada, y la despedida era como un latigazo en sus corazones. Sabía cuánto extrañaban ese lugar, y lo que representaba para ellas.

Mientras tanto, yo esperaba pacientemente mi turno, sabiendo que aunque esta despedida era necesaria, también significaba la promesa de un futuro juntos. Violeta no paraba de hablarme sobre todo lo hermoso que había en su ciudad, sus rincones más especiales, las historias de su niñez, de los lugares que había visitado con su familia, y de las costumbres que le llenaban de nostalgia. Cuando me mostró Granada, realmente entendí por qué la amaba tanto. El paisaje, la arquitectura, el aire impregnado de historia, todo parecía sacado de un sueño. Fue como un regalo para mis sentidos, pero más allá de su belleza, lo que me conmovió fue saber que ese lugar tenía un vínculo muy profundo con Violeta, que allí había nacido y crecido.

Pero a pesar de lo que Granada significaba para ella, era hora de regresar. No pudimos evitar sentir una mezcla de emociones; el amor por esa tierra y la satisfacción de saber que volveríamos a Madrid. Fue en ese momento cuando el padre de Violeta me sorprendió con un gesto cálido y cariñoso.

—¡Ven aquí, futura nuera favorita!—me dijo, abriéndome los brazos y envolviéndome en un abrazo apretado, como si de algún modo quisiera transmitir todo el cariño y la confianza que tenía en mí.

—Esperamos verte muy pronto, Chiara. Ha sido un gusto volver a reencontrarnos—añadió la madre de Violeta, con una sonrisa que reflejaba el amor y la calidez de toda su familia. Apenas me soltó el padre de Violeta, me abrazó, y en ese gesto sentí que formaba parte de su familia, que ellos ya me aceptaban como a una más.

—Cuida mucho de mi hija—me dijo la madre de Violeta, sus palabras fueron suaves pero firmes, como un recordatorio de la responsabilidad que conllevaba tener a alguien tan importante en mi vida.

—Por favor, y cuídate tú también. Cuídense ambas—agregó Juan Carlos. Mientras que yo miraba a Violeta, a quien deseaba hacer sentir siempre protegida, como ella lo hacía conmigo.

Entonces, el padre de Violeta, con una sonrisa traviesa, dijo algo que nos hizo reír a todos..

—Cuando vengas otra vez, quiero que vengan de novias, ¿eh?

Violeta lo miró con una mezcla de molestia y diversión, mientras una ligera risa escapaba de su boca.

—Ay, papá!—exclamó, mientras le dió un pequeño empujón en el hombro, pero sus ojos brillaban con cariño.

—No te preocupes, Juan Carlos, no te preocupes, Susana—le aseguré con una sonrisa.

—Yo la voy a cuidar siempre, como ella lo hace conmigo. Ambas nos cuidaremos, se los prometo—dije, con el corazón lleno de sinceridad. Quería que ambos pudieran descansar tranquilos, sabiendo que su hija estaría en buenas manos.

—Y también de Tana, ¡eh! La cuidamos mucho a esta mocosa—gregué, mirando a Tana, quien estaba a mi lado, y haciendo que todos estalláramos en risas. El ambiente se aligeró, y esa tensión de la despedida se desvaneció, al menos por un momento.

Fue un instante de alegría compartida, de risas, de promesas, de cuidado y cariño. Tana y Violeta se despedían, pero también se sentían más unidas que nunca, como una gran familia que, aunque separadas por la distancia, siempre estarían unidas por el amor y el apoyo incondicional.

Más que una segunda oportunidad//kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora