ⅩⅩⅥ: Las ruinas de la torre de cristal

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Día 569

La luz natural de la mañana tímidamente comenzó a inundar la habitación, ya que las cortinas yacen a ambos extremos del ventanal ante la nula importancia que ambos le dieron durante la noche anterior, maravillados y colmados por la presencia contraria en la que se fundieron y alcanzaron el nirvana en múltiples ocasiones. Por lo que le dieron libertad a los truenos de acompañar la sonata del choque de sus cuerpos y los jadeos que marcaban la acumulación de la potente liberación que detuvieron en el naciente amanecer que los dos vieron arribar a Elara.

Exhaustos cedieron al anhelado descanso cuando el cielo comenzó a perder la insondable oscuridad que los impulsó a refugiarse en el abrazo contrario hasta que sus párpados marcaron el inicio de horas extendidas de sueño que comenzaron a ser violentadas para TaeHyung en el momento en el que ya no pudo ignorar la excesiva luminosidad de la habitación.

Con el cuerpo de su pareja refugiado en su pecho, estiró su brazo para llevarlo hasta sus ojos y acostumbrarse a la luz grisácea de un día lluvioso. Parpadeando sucesivamente finalmente los descubrió y sintió como sus pupilas rápidamente se contrajeron para devolver la claridad nublada que se dibujó en el ventanal.

La niebla inmersa entre la verdosa naturaleza resalta el encantador y enigmático panorama que al parecer va a definir el resto del día. El último día que van a poder compartir en Elara y lo harán bajo el calor del hogar que ahora comparten.

―Tu piel se ve casi dorada. Eres tan precioso ―murmuró JungKook con voz rasposa por los resquicios del sueño que lo fueron abandonando al sentir como su flama reaccionó a la contraria, advirtiéndole de su despertar.

Él en sincronía abrió sus ojos, apoyado en el pecho de D'Angelo y contempló la preciosa magnificencia de la naturaleza. Un distractor que lo tentó a la vez que le devolvió cada uno de los sucesivos recuerdos que los dos formaron sobre sus cuerpos y sellaron en lo profundo de sus almas.

―No quería despertarte ―la oscuridad inundó el tono del habla de TaeHyung que giró su rostro para besar los desordenados cabellos rubios de su pareja que se acercó mucho más a su cuerpo.

Subió una de sus piernas sobre las suyas y su rostro se refugió en su cuello. Rodeándolo con ambos brazos a la vez que trajo consigo la sábana que solo estaba ubicada sobre sus caderas al sentir como la temperatura posterior a su despertar comenzó a descender.

―Fue nuestra unión la que me avisó de tu despertar ―respondió besando la cálida piel de color canela que se exhibe mucho más tersa, mucho más dorada.

―¿Así de bien me veo al despertar? ―cuestionó con cierta burla en su tono que provocó una suave carcajada en JungKook, que asintió arrastrando sus labios por la zona que beso con delicadeza.

Solo para contemplarlo.

―Eres el Celestial a quien quiero seguir viendo cada día al despertar ―confesó con cierta timidez que TaeHyung reconoció en la voz baja y susurrante del menor que gritó cuando su cuerpo terminó de nuevo contra el colchón y el pelirrojo se impuso sobre él.

―No hay forma de que te retractes, Makris ―besó con suavidad los rosados labios de su pareja que correspondió con la misma dulzura. Movimientos coordinados y húmedos, respiración compartida y deseo manifestado.

Sin ninguna connotación sexual más allá de la intimidad de sellar el tangible amor en el cual están embebidos. Un elixir que los ha saturado y que en medio de la conexión de sus labios que se acarician en medio de sonrisas y suspiros robados, la materialización de la pasión reverbero en el brillo de sus miradas.

Plata y zafiro, gris y celeste, pureza y cielo. Son el complemento que los atravesó, rodeándolos con un hilo invisible que se consolidó después de beber del cáliz desbordante en delirio y frenesí.

El Monarca de Sangre || TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora