Capitulo 49

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"Bajo un cielo adornado de señales que se disuelven al toque de la brisa, mi corazón danza entre el amor eterno y la angustia fugaz, como un susurro perdido en la vastedad del universo

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"Bajo un cielo adornado de señales que se disuelven al toque de la brisa, mi corazón danza entre el amor eterno y la angustia fugaz, como un susurro perdido en la vastedad del universo. Cada latido lleva consigo la preocupación que se enreda en mis venas, dibujando sombras que solo el alma puede ver. Y en cada incierto, busco respuestas en el horizonte lejano, donde las estrellas parecen susurrar secretos de un amor que arde y duele, un amor que, aunque nunca se apaga, se ve marcado por las huellas invisibles de una eterna incertidumbre."








Estaba en un jardín enorme, rodeada de flores que parecían moverse con el viento, como si me observaran. El sol brillaba con fuerza, pero no sentía calor, solo una extraña calma que no terminaba de ser reconfortante. Allí, entre los colores vivos de las flores, vi a Michael.

Sonreía. Su risa llenaba el aire, y por un instante, me sentí tranquila. Pensé que me miraba a mí, pero pronto me di cuenta de que no era así. Estaba hablando con alguien más. Entonces la vi, Debbie, estaba junto a él.

Reían juntos, y la manera en que Michael la miraba... no era una mirada cualquiera. Era una de esas miradas que antes me había dedicado a mí. Mi pecho se apretó, pero no podía moverme, no podía hacer nada más que mirar.

Quise llamarlo, pero mi voz no salía. Fue como si el viento arrancara las palabras antes de que pudieran formarse. Michael le tomó la mano a Debbie y le susurró algo al oído. Ella rio, y él la miró con una ternura que me rompió el alma.

De repente, comenzaron a caminar juntos hacia un altar blanco que no había visto antes, al final del jardín. Las flores parecían abrirse a su paso, como si el mismo mundo los bendijera. Quise correr, detenerlo, pero mis pies no respondían. Era como si estuvieran atrapados en el suelo, como si el jardín me estuviera reteniendo a propósito.

Entonces lo vi. Un bebé estaba en una cuna de madera junto al altar, dormido profundamente. Cuando me acerqué, aunque fuera solo un paso en mi mente, el bebé abrió los ojos y me miró directamente. Sus ojos eran idénticos a los de Michael.

Sentí un nudo en el estómago. Michael y Debbie estaban en el altar, intercambiando anillos. Sus rostros irradiaban felicidad, mientras yo no podía hacer otra cosa que mirar. El bebé soltó una risita, como si estuviera disfrutando de mi impotencia, y luego su risa se transformó en un llanto.

Todo comenzó a desvanecerse. Las flores, el altar, Michael y Debbie... se convirtieron en sombras que se deshacían en el aire. Solo quedó el sonido del llanto del bebé transformándose en un eco.



Desperté de golpe y pude sentir su pecho y el calor que emanaba de el, aturdida por aquel sueño levanto suavemente la mirada y se encontraba ahí, contemplándome con los mismos ojos que había visto en mis sueño, pero esta vez, si era hacia mi.

.- Estas aquí.- susurro algo agitada, siento como su aliento choca en mi rostro.

.- Haz tenido una pesadilla?.- pregunta mientras su mano hacia pequeñas caricias en mi espalda.

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