20 | Arranques de Valentía

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Jungkook.

Dos semanas más tarde, vuelvo a casa después de trabajar y me sorprendo al escuchar la voz de Maia desde el salón. Viene a darle clases a mi abuela los miércoles, pero hoy he salido bastante más tarde del estudio, así que daba por hecho que ya se habría marchado cuando llegara. Nunca me había alegrado tanto de equivocarme. Necesito una distracción después del día de mierda que he tenido.

Cuando voy directo hacia allí, me encuentro a la abuela en su butaca y a Maia en el sofá, con varios cuadernos esparcidos por la mesa.

—Eh —la saludo. La miro únicamente a ella.

Lleva una de esas camisas enormes que tanto le gustan y unos jeans oscuros. Se ha recogido el cabello negro en un moño descuidado, como hace siempre que necesita concentrarse. Siempre me ha parecido atractiva, pero desde que este rollo de amigos con derechos empezó entre nosotros, la veo todavía más guapa. Seguro que nota la forma en la que la miro, porque frunce los labios para no sonreír.

—Estaba a punto de irme a casa —me explica mientras se levanta para recoger sus cosas.

La abuela me lanza una mirada por encima de sus gafas metálicas. Tiene una pila de papeles en el regazo; imagino que algún nuevo capítulo de Piel desnuda que Maia le ha dejado leer en exclusiva.

—No dejes que vaya sola, Jungkook. Ya se ha hecho de noche.

Me apoyo en la pared con las manos en los bolsillos.

—La dejaré en casa sana y salva —le aseguro. 

Decido no especificar cuándo.

Maia sigue guardando los cuadernos en su bolso como si nada. Lo de no contarle nada a mi abuela sobre nosotros fue decisión de ambos. Sabemos lo intensa que puede llegar a ser, y que mantenerlo en secreto nos pondría las cosas más fáciles. Sin embargo, a veces suelta comentarios que, si no fuera categóricamente imposible, me harían creer que está al tanto de todo.

—Más te vale ser educado con ella —esta, por ejemplo, es una de esas veces—. No te pases de listo, jovencito.

—Tranquila, Naby. Puedo cuidarme sola —le contesta Maia con tranquilidad—. Jungkook sabe que tengo la situación bajo control.

Sonrío. ¿Eso ha sido una insinuación? Esto se vuelve cada vez más interesante.

—Estoy seguro de que, si me pasara de la raya, Maia me obligaría a disculparme —le digo a mi abuela sin apartar los ojos de la pelinegra.

—Es lo mínimo que espero de ella.

—Conociéndola, me haría ponerme incluso de rodillas.

Maia da un respingo y me mira directamente. El calor se le sube a las mejillas. No me molesto en reprimir una sonrisa. Mientras tanto, la abuela sigue sin inmutarse, concentrada en su novela como si nuestro cruce de miradas le importase lo más mínimo.

—¿Quieres que riegue los geranios antes de irme, Naby? —le pregunta Maia tras aclararse la garganta.

—Jungkook los regó esta mañana, cariño, pero gracias por ofrecerte.

Las macetas en cuestión están colgadas en la parte superior de la pared del pasillo. Maia tiene que subirse a una silla para alcanzarlas, a diferencia de mí, que soy alto y solo tengo que estirar el brazo. Por eso he decidido que me encargaré de regarlas a partir de ahora. Todo con tal de que no se arriesgue a partirse la cabeza.

—¿Gracias por ofrecerte? —le reprocho a la abuela—. Nunca eres así de cariñosa conmigo.

—Maia me cae bastante mejor.

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