Insomnio

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El helicóptero despegó y nos sorprendió  una horrorosa tormenta. Los campeones ya han cuidado de mis uvas. José es muy atento.

Mi chofer iba esquivando de todo como en una película de acción.  Llegamos después de las 10 pm. Todos estaban acostados. La feroz tormenta galopaba  en las paredes, en las ventanas. Todo estaba helado.

Me reuní con los peones y todo estaba a salvo. Mañana se verían las pérdidas. Suspiré.

Me duché con agua caliente y estaba ansioso por verla. Esa mujer me mantenía ocupado. La intriga era mi nueva profesión.  Pero ya es muy tarde.

Me acosté y me cubrì. El frío era terrible. Desperté con el tremendo ruido en las ventanas. La tormenta estaba más fuerte.

Me coloqué un abrigo y salí  a los pasillos. Mi instinto me llevó a la habitación de mi hija.  Mi hija está lejos.

Me iba a devolver hasta que pude escuchar con el cese de la tormenta esa dulce voz. Esa afligida voz.
-Help. Ayuda por favor.

Estaba llorando? Pero no hay manera de que sepa que estoy fuera. Mi corazón se aceleró y abrí  la puerta.

Estaba en el piso. Sus labios estaban morados al igual que sus manos. Unas gotas de sangre caían de su naríz. Temblaba y lloraba sin fuerzas.

Me arrodillé en seguida y la abracé. -Dios mío estás helada. La llevé  a la cama y busqué las pastillas. -Dónde están? 

No supo que contestar y apretó su cabeza. Estaba desesperada. -Me voy a morir. Me duele. Quiero  que esto pase.

No podía ni hablar. Seguí buscando las pastillas pero no estaban. -Las pastillas? Summer estás recayendo.

Puso los ojos en blanco y la levanté  de prisa. -Tranquila. Dios mío,  que fue lo que pasó?

Susurraba que la ayudara. Que no podía soportarlo un minuto  más. La deposité en mi cama.

Sus ojos me tenían devastado. Ella no se podía morir. No. Busqué un suero y se lo puse. Estaba deshidratada. Apretó su cabeza e histérica empezó  a llorar.  Le inyecté un calmante fuerte pero no tuvo efecto. No podía ponerle más  nada.

Me senté  a su lado y con mi toalla limpié su naríz.

Estaba a punto  de desmayarse  pero no lo permití. -Tienes que soportar un poco más. Ya pronto amanecerá.

Negó y siguió temblando. Sus dientes castalleaban y sin su permiso la enredé en mis brazos. Su temperatura estaba muy baja. Busqué más frizas y la cubri. Rodeé su delgado cuerpo con mis brazos y me miraba absorta. -No te dejaré morir. No lo mereces.

Todo se calmó por unos segundos y ella se mantenía con sus  ojos cerrados.

La tormenta no podía ser menos oportuna y atacó de manera intensa. Se espantò y apretó su cabeza. -Quiero que pare por favor. Alexander  detenla.

Sus lágrimas me dolían. Me miraba como si yo pudiera salvarla. Llevé mi mano hasta su cabeza y la acaricié. -Cierra los ojos y piensa en cosas lindas.  Es lo que le digo a los niños que atiendo. 

Hipó por varios minutos y el medicamento tuvo efecto. Se durmió y se acomodó en mi pecho. No dejaba de temblar y acaricié su cabello.

Y yo que estaba pensando en seducirla.
El sol me despertó. Miré el reloj y solo había dormido una hora. Desde que amanezca hay que llevarla a la ciudad. Nos iremos en el helicóptero.  La empresa puede esperar unas horas.

Sonó mi celular y era la pequeña. Descolgué y sus gritos terminaron de despertarme. -Papito!!! Pensé que la tormenta de había hecho algo. Por  qué no me contestabas? Eres un mal padre!

BLANK MINDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora