Ataque

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El eco de los cascos de los caballos resonaba entre las calles empapadas de la capital de Dorne. Los traidores finalmente habían entrado a la ciudad y avanzaban con confianza, sus estandartes ondeando bajo el cielo cargado de nubes, el emblema del sol y la lanza ondeando como si realmente les perteneciera.

Pero no eran bienvenidos.

Tyanne aguardaba en la entrada del castillo con sus guerreros, su espada en mano, lista para defender la ciudad. El tiempo para la diplomacia había pasado. Maron no venía a negociar. Venía a reclamar lo que no le correspondía.

—¡No daremos un solo paso atrás! —declaró, su voz resonando con la fuerza de la tormenta.

Los soldados de Dorne no eran ajenos a la guerra, pero esta batalla tenía un peso distinto. No peleaban contra invasores de tierras lejanas ni contra los corsarios que asolaban las costas. Se enfrentaban a un hombre que alguna vez había sido su príncipe, un hombre al que muchos habían jurado lealtad en el pasado, pero que ahora regresaba con el estandarte de Dorne manchado por su traición.

El príncipe Maron los había traicionado a todos.

Las lanzas se alinearon en las manos de los soldados, los escudos se ajustaron contra sus brazos, y el viento, impregnado del olor a tormenta y fuego, sopló entre ellos con un peso casi profético. La traición tenía un precio, y aquella noche lo pagarían en sangre.

—¡Por Dorne! —rugió Tyanne, alzando su espada al cielo.

Los guerreros que la rodeaban respondieron con un grito ensordecedor, un estruendo de lealtad y determinación que hizo temblar el suelo bajo sus pies. No permitirían que Maron reclamara lo que ya no le pertenecía.

Los primeros ataques fueron rápidos y brutales.

Los hombres de Maron, confiados en la ventaja del ataque sorpresa, cargaron con violencia. Las lanzas de Dorne se alzaron para recibirlos.

Tyanne se movía con precisión, su espada trazando arcos en el aire, cortando y esquivando con la destreza de una guerrera que había librado muchas batallas.

Los defensores de la ciudad usaban su conocimiento del terreno a su favor, atrayendo a los invasores a callejones estrechos donde la ventaja numérica de Maron se veía reducida.

Las flechas volaban desde los techos, disparadas por arqueros estratégicamente apostados, causando estragos en las filas enemigas.

A pesar de la lluvia y la confusión, Tyanne luchaba con fiereza, su capa empapada ondeando mientras derribaba a cada enemigo que osaba acercarse.

—¡Dorne no caerá ante un cobarde que atacó a su propia sangre! —rugió, su espada chocando contra la de un caballero enemigo, haciendo rechinar el metal.

Los combatientes a su alrededor gritaron en respuesta, redoblando su esfuerzo.

El estrépito de las armas chocando y el grito de los hombres en combate llenaban el aire con una cacofonía ensordecedora. El campo de batalla era un torbellino de lanzas quebradas, sangre empapando la arena y cuerpos cayendo con cada golpe. En medio del caos, Tyanne giró su espada con destreza, bloqueando un tajo que amenazaba con abrirle el costado.

Ser Nyron Yronwood emergió de entre los combatientes, su espada silbando en el aire cuando descendió contra ella con brutalidad. Tyanne alzó su arma justo a tiempo para detener el impacto, y el sonido metálico resonó con fuerza en sus oídos.

—¿Tú? —gruñó Tyanne, empujándolo hacia atrás con furia.

Nyron sonrió con desdén, retrocediendo solo lo suficiente para medirla con la mirada antes de lanzar otro ataque.

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⏰ Última actualización: Mar 05 ⏰

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Mi sol y libertad [Rhaenyra Targaryen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora