6. Una enfermera

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    Llamé a varias casas después de hablar con la rara parejita

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Llamé a varias casas después de hablar con la rara parejita. Aun daba vueltas a la reacción del chico al verme y cómo parecía que no le gustaba mi presencia allí.

No hubo respuesta en las cuatro siguientes pero sí en la quinta. Una chica rubia cubierta por una bata de verano abrió la puerta.

—¿Sí? - preguntó apartándose de la puerta como invitación a entrar.

Una vez dentro le hice las mismas preguntas. Tomó asiento en su pequeño sofá para asimilar la información.

—No me lo puedo creer - se decía a si misma—. ¿Crees que alguien la ha secuestrado?— me miró con los ojos bien abiertos en los que destacaba un brillo de preocupación.

—No lo sé —disimulé lo aterrado que me sentía al pensar en ello—. No he encontrado nada que me ayude a saber qué ha pasado. Hasta ahora solo puedo decir que ha desaparecido.

Mis palabras rebotaron por la habitación dando paso a un intenso silencio.

—¿Puedo hacer algo? —preguntó Elsa ofreciendo su ayuda — ¿Quieres que busque contigo?

Era la primera persona que me creía y a la vez se ofrecía a colaborar. Observé su delicado rostro de niña inofensiva. Parecía cansada. Como si hubiera trabajado durante un largo día. Lo único es que su trabajo allí era escaso. Como enfermera de la isla solo atendía cuando acudía alguien a su casa como yo necesitando su ayuda. Eso no sucedía muy a menudo y el resto del día intentaba hacer vida normal, leer, pasear,...

—¿Sabes si hay alguien en la isla quien quisiera hacerle daño?— le pregunté recordando los habitantes que residían allí.

— Lo dudo. Ella es tan buena con todos...— sus ojos estaban en blanco como si su mente estuviera en otra parte.

—¿Alguien nuevo en la isla?

Meditó durante un breve tiempo y respondió animada.

— Hay un chico que vino hace una semana—hizo una pausa intentando recordar algo —. No recuerdo su nombre, pero vino hace unos días porque necesitaba unas pastillas.

— ¿Qué tipo de pastillas? — pregunté interesado por la nueva información.

— Analgésicos, para el dolor de cabeza, nada más — desvió la mirada a otro lado de la habitación.

—¿Crees que es problemático? — por fin un sospechoso — ¿Dónde vive? ¿Sigue en la isla?

Mis nervios iban en aumento. Mi mente desarrollaba un plan para partirle la cara si encontraba alguna pista que le hiciera culpable.

—No se nada de él — parecía distraída o que ya no pretendía colaborar más conmigo —. Creo que está dos casas más allá, esa que habitan los turistas cuando vienen por pocos días. Pero dudo que se haya quedado en la isla.

Observé donde se perdía su mirada. Al otro lado de la habitación había un teléfono de color rojo en una pequeña mesita junto a una lámpara.

—¿Puedo hacer una llamada? — le pregunté llamando su atención.

Tardó unos segundos en contestar.

—No funciona— me observó preocupada. Algo respecto al teléfono le estaba rondando por la cabeza -. Está de decoración. Sabes que no hay línea en la isla. El único teléfono que funciona lo tiene John en su casa, por si surge una emergencia.

Pensé en ese policía retirado que rondaba por la isla. Más que proteger a los ciudadanos parecía que estuviera de vacaciones permanentes.

De repente, el teléfono comenzó a sonar y Elsa sobresaltó del sofá asustada. La miré incrédulo. Acababa de mentirme a la cara, lo que me hizo pensar que no podía confiar en nadie de la isla.

Escruté el miedo de su rostro. Hice un gesto con la mano para que no se moviera mientras yo me acercaba al teléfono. El horrible sonido rompía el silencio de la noche. Lo descolgué lentamente y puse el oído en el auricular esperando descubrir a la persona que había al otro lado de la línea.

— Necesito que vengas - dijo la voz de Robert, el padre de Paula.



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De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora