13. El faro

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La noche oscura ocultaba el camino

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La noche oscura ocultaba el camino.

A los pies del alto edificio me sentía pequeño. Desde lo alto podría ver toda la isla, pero en la oscuridad sería difícil encontrar algo. Todo sería más fácil si lo que venía a buscar se encontraba en su interior.

La puerta de acceso estaba iluminada por una pequeña lámpara. Estaba abierta y pude acceder a él con facilidad. 

«¿Por qué no está cerrada esta puerta?» Pensé.

Quizás encontrara a la extraña parejita y así descartar hipótesis falsas. Si era verdad que tenían una relación cerraría el círculo de sospechosos. Pero, ¿en quién podía confiar?

Una tenue luz iluminaba el interior mostrándome una extensa escalera de caracol que ascendía a lo más alto. Estaba hecha de metal y era difícil ocultar mis pisadas con cada peldaño que subía.

Forcé el oído para comprobar si había alguien cerca, pero no se escuchaba nada. Seguí subiendo hasta llegar a una puerta de madera. La abrí lentamente para no alertar mi posición. No quería que supieran que estaba allí y poder así sorprenderles.

Al otro lado de la puerta había una pequeña habitación. Parecía una biblioteca llena de estanterías con libros llenos de polvo. Un par de escritorios acompañaban al mobiliario. 

  «¿Qué hacen todos estos libros aquí?» pensé.  Observé alguno de los títulos. La mayoría trataban sobre medicina. «¿Quién necesitaba leer estos libros?»

Elsa era la enfermera de la isla, pero resultaba incomprensible que necesitara tantos libros de medicina, y además, ¿para qué tenerlos aquí lejos de casa?

Había otra puerta junto a la que había atravesado para entrar. Intenté abrirla pero estaba cerrada con llave. la busqué en la cerradura pero allí no estaba.

  «¿Por qué la han cerrado? ¿Dónde está la llave?» 

Puse la oreja para intentar escuchar al otro lado pero solo se escuchaba el rugido de lo que podría ser un motor.

Busqué la llave por la habitación. Debería haber alguna para estas ocasiones.

  «¿Quién se encarga del mantenimiento del faro?»  intenté razonar. Quién estuviera al cargo tendría otra llave, o mejor aun, tendría a Paula encerrada ahí dentro.

La nueva teoría hizo que me hirviera la sangre. No perdería el tiempo en buscar la manera de abrir la puerta si al hacerlo encontrara a Paula al otro lado. Por lo que me dispuse a abrir la puerta a patadas.

Adiós al factor sorpresa. La idea de encontrar a Paula sana y salva había tomado de nuevo prioridad ante la idea de descubrir quién estaba detrás de todo ésto. Ya tendríamos tiempo de desvelar el misterio juntos.

La puerta se abrió de golpe al tercer intento.

— ¡Paula, Paula! — grité corriendo al interior—. ¿Estás aquí?

Subí unas cuantas escaleras y una intensa luz me golpeó en los ojos. Llevé una mano a la cara y con la otra agarré el cuchillo que había traído conmigo. La luz me había cegado y me encontraba indefenso.

— ¿Paula?— pregunté.

No recibí respuesta. El sonido del motor ocultaba cualquier ruido que pudiera alertarme si me encontraba solo.

No ocurrió nada mientras recuperaba la vista. La intensa luz provenía del foco que giraba en el centro de la habitación enviando el aviso a cualquier barco que pretendiera acercarse a la isla.

La estancia estaba vacía. Era pequeña y rodeada por una cristalera. Había una puerta por la que se podía salir al exterior a una estrecha plataforma. Desde allí se podía ver toda la isla. Lástima que la noche no dejara ver los bonitos paisajes.

Seguí la mirada donde la luz del faro bañaba con cada barrido. Era muy difícil seguir el recorrido y poder centrarse en algo. Rodeé el faro por la plataforma. De repente, la intensa luz me desveló un extraño objeto que ondulaba en el aire como una pequeña bandera atada en la barandilla.

Lo solté y lo sostuve en mi mano hasta que la luz del faro lo iluminó mostrándome el objeto.

Mi mente viajó meses atrás, al pasado invierno. Paula y yo paseábamos por el parque de la ciudad refugiándonos en un pequeño paraguas de las pequeñas gotas de lluvia que habían fracasado en su intento de cuajar y convertirse en nieve. Hacía frío. Ella aferraba mi brazo buscando algo de calor. Le pregunté si quería tomar algo caliente y refugiarse del frío, pero ella decía que se sentía mejor así. Decía que la situación era muy bonita y además quería lucir ese pañuelo plateado que le había regalado hace unos minutos y ahora le cubría el cuello protegiéndola del frío.

Un pañuelo de color plata.

En mis manos tenía el pañuelo que le regalé en invierno. Pero, ¿cómo había llegado hasta aquí? ¿Por qué iba a traer paula este pañuelo a la isla con el calor que estaba haciendo? Si esta mañana no lo llevaba, ¿qué hacía el pañuelo allí? ¿Habría venido en otra ocasión?

Nuevas preguntas arrebataban a mi subconsciente creando una mayor incertidumbre. Pero la que más me atormentaba era:

  «¿Por qué había subido Paula hasta lo alto del faro?»  

Aferré el pañuelo con fuerza y me asomé  a las tinieblas que besaban los pies del faro, ocultando la distancia que había desde lo alto hasta el suelo.


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De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora