30. Acabar con el sufrimiento

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La mirada sin vida de Elsa mostraba el arrepentimiento de sus actos

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La mirada sin vida de Elsa mostraba el arrepentimiento de sus actos. Su cuerpo caía al suelo delante de su asesino.

Los que allí habíamos reaccionamos de distintas maneras.

Mathew aprovechó la distracción para correr tras su esposa huida de la casa.

Sofía retrocedió a un lugar seguro lejos de aquel loco.

Paul se puso a la defensiva para protegerse de cualquier ataque.

Paula observaba el cadáver de la enfermera en el suelo con mirada inexpresiva.

Y yo movía el arma de un lugar a otro sin saber a quién debía apuntar.

La situación se me había escapado de las manos. Y eso es lo que debía hacer. Escapar de allí.

— Habéis intentado borrarme cualquier sentimiento que hubiera en mi cabeza—dijo Tomás con aire sarcástico —, y lo habéis conseguido. He matado a esta chica y no siento ni el menor remordimiento.

Entró en la casa pasando por encima del cuerpo sin vida de Elsa y se aventuró en lo que sería una nueva experiencia para él de la que jamás se arrepentiría.

—Ese experimento del que habláis, parece que ha tenido éxito.

Agitaba en el aire el cuchillo bañado en sangre como aviso de señalar una nueva víctima.

Quise apretar el gatillo en su dirección, pero pensé que era un asunto que debía resolverse entre ellos, por lo que decidí coger el brazo de Paula y salir corriendo de allí por la otra puerta, la que habían usado Mathew y Lourdes para escapar de allí.

Estaba seguro que los otros harían lo mismo, pero ya era problema suyo.

Corrimos bajo la lluvia. Paula resbaló con el barro y la ayudé a levantarse. Observé que nadie nos seguía.

A lo lejos se podían ver dos siluetas, cerca del acantilado. Fuimos hacia allí.

—Mi querido niño —decía tristemente la anciana cerca del precipicio —. Cuánto te echo de menos.

Su mirada estaba perdida en el horizonte, entre el mar agitado y lo que parecía ser el borde de la tormenta.

—Lourdes, mi vida. Ven aquí conmigo — le decía su esposo desde unos metros atrás, en una zona más segura.

—Yo no quiero olvidar a mi niño. No se merece esto. ¿Por qué pretendías borrármelo de la cabeza?

—Lo has entendido mal —quiso excusarse —. Ve aquí y te lo explicaré tranquilamente.

Los dos ancianos no notaron nuestra presencia así que les observamos desde atrás sin participar en la conversación.

— Deberíamos hablar con ella — propuso Paula que se aferraba a mi brazo preocupada.

De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora