15. Mal presagio

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El extraño anciano me invitó a entrar y me ofreció una toalla con la que pude secarme un poco

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El extraño anciano me invitó a entrar y me ofreció una toalla con la que pude secarme un poco. Permanecí de pie, en la entrada del salón, observando como se sentaba en un sillón junto a una chimenea encendida. La habitación estaba iluminada con la poca luz que el fuego ofrecía.

— Acércate— me sugirió —. Cerca del fuego te sentirás mejor y tus ropas podrán secarse.

—¿Para qué me ha invitado a entrar? —pregunté acercándome al calor que emanaba la pequeña hoguera.

—Voy a pedirte por favor que hables más bajo, pues mi mujer está durmiendo arriba.

Observé una foto de la supuesta anciana sobre la repisa de la chimenea. En la fotografía podía verse el faro tras ella.

—Siento molestar a estas horas, pero me gustaría... —dije volviendo la espalda al fuego hasta que fui interrumpido.

—Antes de entrar en detalles, me gustaría pedirte que fueras comprensible.

—No entiendo — dudé —. ¿Qué debo comprender?

El hombre permaneció en silencio con la mirada perdida hacia la chimenea como si en el fuego pudiera ver algún recuerdo que quería compartir.

— Hace ya veinte años — habló al fin —. Desde entonces hemos vivido en esta isla.

Hizo otra pausa. El recuerdo parecía hacerle daño.

— Dice que llevan viviendo aquí desde ese tiempo. ¿Qué pinto yo en esa historia?— intenté traerlo de vuelta al presente.

—Tendría más o menos tu edad, ¿sabes? — afirmó volviendo la mirada hacia mí.

— ¿De quién está hablando?

Busqué alguna otra foto sobre la chimenea que me ayudara a entender sobre quién estaba divagando.

— Del pequeño Matheu.

Seguía sin dar detalles. Se entretuvo en encender un puro que acompañaba  una copa de licor en una mesita adyacente al sillón.

— ¿Un hijo?— arriesgué a preguntar—. ¿Un nieto?

—Nuestro hijo.

—¿Qué me quiere decir con esto? — me molestaba que le estuviera dando tantos rodeos cuando podría aprovechar el tiempo en buscar otro tipo de información.

— Ya no está con nosotros.

— Lo siento mucho — no supe qué más decir —. No quería...

— No te preocupes. No es culpa tuya —. Le dedicó un par de segundos a disfrutar del humo que le proporcionaba el puro que sostenía sobre sus dedos —. La vida nos lo arrebató de repente.

— ¿Qué le pasó?— no se si de verdad me interesaba, pero el hombre se veía muy afectado y pensé que quizás quería compartir su dolor con alguien.

De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora