25. Adiós Paula

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Mi alma estaba destrozada

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Mi alma estaba destrozada.

No podía asimilar el ver a Paula así, tumbada, inmóvil, muerta.

Di un golpe con la cabeza en el cristal. Estaba tan enfadado que podría haberlo atravesado con la cabeza con tal de llegar a ella.

— Tranquilo, chico — dijo John a mi espalda.

¿Cómo iba a estar tranquilo?

— ¿Qué le habéis hecho? —pregunté mordiéndome el labio inferior.

Estaba conteniendo mi ira pues de no hacerlo me hubiese lanado como un loco a matarlos a todos.

—Tranquilo — intentó calmarme colocando una mano sobre mi hombro la cual rechacé de un golpe —. Tu amiga sólo se está echando una pequeña siesta. No le hemos hecho nada.

Mi corazón respiró aliviado y continuó con sus latidos habituales. Desde que había encontrado a Paula tumbada en esa camilla era como si hubiese dejado de latir.

— ¿Y por qué está ahí? — quise saber más.

Pero antes de obtener respuesta, la imagen de Robert apareció en la habitación.

Golpeé de nuevo el cristal enfurecido y se giró al escuchar el ruido, pero era como si no supiese que yo estaba allí, como si no viera mi rostro, pues sus ojos no miraron a los míos.

— No puede verte —explicó John —. Esta sala es sólo de observación. ¿Quieres que te lleve con él? Seguro que se alegrará mucho de verte, créeme.

No respondí. Simplemente me di la vuelta y me dispuse a seguir al policía.

En cuanto entrara en la habitación, me lanzaría al cuello del padre de paula para arrancárselo a mordiscos, pues llevaba las manos esposadas tras la espalda.

Atravesamos dos puertas. Una de ellas llevaba un código numérico que John no se molestó en ocultar al teclearlo. Cuando la puerta se abrió y pude ver el rostro sorprendido de Robert, golpeé con el cuerpo al policía para abrirme paso y me abalancé sobre él. Pero acabé besando el suelo de un golpe en la espalda. Había subestimado las dotes de John como policía. Ahora estaba siendo inmovilizado.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Robert sorprendido —. Sabes que no puedes entrar en esta sala.

—Pensaba que le gustaría este pequeño regalo — respondió aplastando mi cara contra el suelo.

— ¿Por qué le has traído? — siguió preguntando—. Te has saltado todo el protocolo. Ahora sólo vamos a tener problemas.

—Por eso lo he traído —me levantó y agarrándome de los bazos siguió explicándose—. Nos ha estado dando bastantes problemas así que pensamos que al traerlo aquí nos quitábamos un peso de encima.

— ¡Pero sabes que ese no es el procedimiento a seguir! — parecía bastante enfadado.

Observé su rostro demacrado. Tenía los ojos rojos y ojeras bajo sus párpados, señal de no haber dormido en toda la noche. El pelo desaliñado y los labios resecos.

De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora