32. Libre de su mente

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Pero Tomás no se dirigía hacia nosotros

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Pero Tomás no se dirigía hacia nosotros. Su dirección estaba destinada al faro.

Aun tenía unos asuntos pendientes antes de venir a por mi.

— ¡Corre Paula! — le obligué estirando su brazo para reanudar la carrera — ¡Tenemos que ayudar a tu padre!

— ¿Dónde está mi padre? — preguntó alarmada—. ¿Qué es lo que pasa?

—Tomás va a por él. Habrá descubierto dónde está el laboratorio de tu padre y querrá saldar cuentas. Hemos de llegar los primeros.

Nuestras piernas corrieron por el barro no lo suficiente para llegar antes que él. Le vimos entrar en el faro a toda velocidad.

—¡Espérame aquí fuera! — le ordené.

—¡No, yo voy contigo! — contradijo caminando hacia la puerta.

La frené agarrando su brazo.

—Ese hombre es peligroso —quise advertirle pero ella ya lo sabía. Simplemente quería ponerla a salvo —. Necesito que te quedes aquí. Yo traeré a tu padre.

—Los dos lo haremos — hacía caso omiso a mi sugerencia —. No voy a quedarme aquí esperando pensando que os puede haber pasado algo. ¿Qué haré yo después?

Era una lección muy clara. Además, sería mejor tenerla cerca después de haberla estado buscando durante tanto tiempo.

Y no pude responderle pues ella ya había entrado en el faro en busca de su padre. Amartillé el arma y entré tras ella.

La puerta al sótano estaba abierta. Paula entraba y descendía las escaleras.

—Espera —le pedí —. Voy yo delante.

Entré en el laboratorio. Pisadas de barro y sangre delataban la presencia de Tomás y el camino que había tomado. Las seguí cuidadosamente evitando ser sorprendido. Los brazos extendidos y el arma apuntando.

Me dispuse a atravesar una puerta sabiendo que le encontraría al otro lado, cuando de pronto, la puerta se abrió y fui agarrado por el brazo. Una bala se perdió en la habitación. Tomás me golpeó en el costado y me arrastró hacia atrás hasta caer al suelo.

—¿Por qué me sigues? — me preguntó con la dentadura firme, como un animal dispuesto a morder —. ¿No has encontrado ya a tu amiguita? ¿Por qué no os vais de aquí?

Desde el principio sabía que ese hombre no estaba cuerdo pero ahora sabía el porqué y me compadecía por él.

—Vengo a lo mismo que tú — le dije forcejeando el arma intentando dirigirla hacia su cuerpo, pero tenía las manos inmovilizadas —. Tenemos unos asuntos que resolver con Robert.

—¿También te ha hecho lo mismo que a mi?— inclinó su cabeza a un lado —. No parece que haya estado jugando con tu cabeza - añadió desviando sus ojos a mi frente.

De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora