23. Enemigo de mis amigos

4.1K 317 14
                                    

Una sensación placentera acariciaba mi cara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una sensación placentera acariciaba mi cara. El calor rozaba mi rostro y daba vida a la sangre que por dentro circulaba.

Sabía con certeza que no me encontraba en el agua, pues la oscuridad que ahora ocupaba era un tono más agradable.

Cuando tuve fuerzas suficientes para recobrar el sentido, lo primero que hice fue abrir los ojos y descubrir que el calor procedía de una hoguera encendida en la chimenea.

«¿Dónde estoy?» pensé volviendo el rostro a un lado y a otro buscando una explicación.

Me encontraba sentado en un sillón bastante cómodo, con una manta que me cubría hasta el cuello. Estaba cerca de la chimenea, pero no lograba saber en qué casa.

  «¿Quién me ha traído hasta aquí?» pensé buscando más pistas que ubicaran mi paradero.

En la repisa de la chimenea habían unos retratos cuyos rostros no se apreciaban debido a la escasa luz que había en la sala. Pero sí pude percatarme de un teléfono muy familiar que había a un lado de la chimenea. De color rojo.

—¡Paul!— gritó una voz que estaba a escasos metros de mi —. ¡Ven, ya ha despertado!

Si hubiera tenido las fueras suficientes para girarme hubiese descubierto quién había hablado, pero estaba tan débil que ni siquiera la voz me hizo sobresaltar de la sorpresa.

Escuché unos pasos que parecían bajar rápidamente unas escaleras. Cada vez se escuchaban con más fuerza hasta detenerse justo enfrente de mi.

—¿Cómo estás?— preguntó Paul arrimando su rostro al mío —. Has tenido mucha suerte que te encontrara.

No tenía fuerzas para hablar. Me sentía mareado. La angustia de haber tragado tanta agua salada no era una buena sensación.

  «¿Qué hago aquí?»  quise decir. Pero mis palabras sólo sonaron dentro de mi cabeza.

— ¿Qué hacemos? — preguntó Sofía preocupada.

No es que tuviera una gran amistad con ellos, pero agradecía que me hubiesen rescatado.

—No sé, déjame pensar — respondió Paul con tono nervioso que comenzó a dar vueltas de un lado para otro.

Si hubiese podido le habría pedido que parase, pues me estaba mareando sólo de verlo tan agitado.

  «¿Por qué estará tan preocupado?»

—Creo que debería llamar a Robert— le dijo a su novia.

  «¡Sí, sí, hazlo!»  quise gritarle. Pero lo único que salió de mi boca fue un gemido sordo.

—Sabes que ahora no puedes hablar con él —contradijo su idea interfiriendo en la posibilidad de encontrar al padre de Paula —. Deberíamos llamar a John. Él sabrá que hacer.

De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora