18. Suicidio

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A pesar de sentirme con fuerzas para retomar la búsqueda en el exterior de la isla y buscar nueva información para atar los cabos analizados hasta el momento, decidí comer algo rápido para recuperar calorías y evitar derrumbarme en cualquier momento

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A pesar de sentirme con fuerzas para retomar la búsqueda en el exterior de la isla y buscar nueva información para atar los cabos analizados hasta el momento, decidí comer algo rápido para recuperar calorías y evitar derrumbarme en cualquier momento.

Fui directo a la nevera dispuesto a llevarme a la boca lo primero que encontrase. Lo primero fue beber casi medio litro de agua. Estaba deshidratado. No recuerdo qué fue lo siguiente, pero me sentó de maravilla. Notaba la energía fluir por mis venas.

No recuerdo qué comí porque mi mente estaba centrada en algo que había dentro del frigorífico, en un bote de cristal, bastante grande. Al principio no supe decir qué era lo que había en el interior, sumergido en un líquido amarillento.

De pronto, mi mente dio un vuelco al ver que dentro del recipiente había un cerebro. Se apreciaba su forma, su textura. Examiné el contenido para evitar sacar conclusiones equivocadas. ¿Estaría mi cabeza jugándome una mala pasada debido al cansancio?

Sabía que eso no era así. Me sentía muy despierto y seguro de lo que tenía entre mis manos. La pregunta exacta era ¿qué hacía eso ahí?

«Robert, ¿en qué andas metido?» pensé inspeccionando al detalle cada milímetro de ese gran descubrimiento.

Fuese lo que fuere no indicaba nada bueno. O quizás, sólo era una pista errónea que me desviaría de la búsqueda de Paula.

«¿Cuándo vas a dar la cara? Tienes muchas preguntar que responder» pensé devolviendo el hallazgo a su escondite. No sabía qué era realmente lo que había encontrado, pero sabía que si había una explicación para eso resolvería muchas incógnitas.

No sentí las nauseas hasta que la poca comida que había ingerido comenzó a digerirse en mi estómago. Era realmente repulsivo, observarlo ahí, dentro de un bote, en un frigorífico, al alcance de todos.

¿Sabría esto Paula? ¿A qué se dedica realmente su padre?

Cada vez tenía más ganas de reencontrarme con Robert. El portazo de esa noche resonaba en mi cabeza. Lo había tenido tan cerca...

Cerré la puerta de golpe y varias botellas resonaron en el interior a modo de protesta.

Abandoné la casa a toda prisa. El nuevo descubrimiento tendría que ser analizado con el sospechoso delante. No podía entretenerme con eso ahora por muy importante que fuera, pero sabía que no debía pasarlo por alto.

La lluvia golpeaba con menos fuerza pero seguía siendo intensa. Los pies se hundían en el barro impidiendo que mi marcha fuera tan rápida como hubiera deseado. Era como si la isla se estuviera derritiendo. No quedaría nada de ella en cuestión de horas si la tormenta no amainaba.

«Por favor, dame unas horas más» rogué al cielo.

Como negación a mis peticiones, un fuerte rayo besó el suelo de la isla. El estruendo fue tan fuerte que me derribó hacia atrás.

«Interesante» pensé incorporándome evitando que la idea de ser alcanzado por un rayo.

«Déjame al menos llegar al fondo de este asunto» imploré retomando la marcha por el barro. «Alguien va a pagar por esto. Lo prometo»

El sol luchaba por vencer la tormenta y filtrarse a través de las negras nubes que anunciaban un largo día de lluvias.

De repente, encontré unas marcas en el suelo parecido a unas pisadas. Era difícil definirlo con exactitud debido al agua que removía todo alrededor, pero decidí seguirlas puesto que pasaban cerca de la casa de Paula y parecían ser recientes. Además, no podía pasar por alto cualquier detalle que encontrara. Debía aferrarme a él como el óxido al hierro.

La imagen del cerebro embotellado se proyectó en mi mente como advertencia de que algo fuerte se estaba cociendo y no debía alejarme de esa pista. Pero hasta no dar con alguien que pudiera dar explicaciones no podía detenerme a divagar.

Las borrosas pisadas en el barro se alejaban del pueblo hacia la parte baja de la isla. Las seguí esperando encontrar algo importante, a la vez que me alejaba del lugar donde el rayo decidió pisar tierra.

La tenue luz que ofrecía las primeras horas del alba era suficiente para moverse por esa zona. Por primera vez daba gracias por algo que jugaba a mi favor, pues la oscura noche no había servido nada más que para ocultar pistas y esconder a los sospechosos. Esa sensación de penumbra que luchaba contra la oscuridad era incluso agradecida por mis ojos que ya no tenían que luchar por ver algo en la negrura de la noche.

Pero lo que consiguieron ver mis ojos cuando llegué a la zona baja de la isla no eran motivo de agradecimiento.

Evitando ser devorado por las olas que placaban contra la tierra sumergida, antes de darme cuenta que parte de la isla había sido engullida por las aguas, vislumbré lo que parecía ser la ropa de Paula flotando en ellas. No muy lejos se encontraba su maleta.

«No puede ser verdad» pensé introduciéndome en el agua ignorando el peligro que ello conllevaba. «Esto no puede estar pasando»

En un instante me encontraba con las rodillas sumergidas en el agua, procurando no ser arrastrado por la marea, con prendas de ropa que pertenecían a mi querida Paula flotando a mi alrededor.

Por segunda vez antes de que saliera el sol, mi mente había formulado esa palabra que tanto daño me hacía: suicidio.


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De vuelta [Terminada]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora