Capítulo 1: El Comienzo

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Me desperté a las 7:00 de la mañana. Después de estirarme un poco y quitarme las legañas de los ojos me acordé que hoy era el "Gran Día". Al fin y al cabo no hay nada más fantástico que tu primer día de instituto en 3° de la ESO ¿Verdad?
Eso me repetía en mi cabeza para mantenerme contento, pero había un sentimiento que no podía evitar de ninguna manera: estaba nervioso. No podía dejar de pensar en eso, así que tras 10 minutos levantado pensando lo nervioso que estaba, para intentar tranquilizarme (yo y mis grandes ideas), me fui a la ducha. No había nada más relajante en el mundo que una buena ducha. Me gustaba sentir las gotas de agua caliente recorriéndome cada centímetro de piel.
Estaba solo en casa en ese momento, ya que tanto mis padres como mis hermanos estaban trabajando. En la ducha pensé con qué podría vestirme. Tras decidir que me vestiría con ropa en vez de con frutas, empecé a decidir cuál elegiría. Acabé con una camiseta blanca con manchas de colores esparcidas de manga corta, un pantalón vaquero blanco un poco ajustado con una pincelada roja, una naranja, una amarilla, una verde, una azul y una morada (para ser sincero fue mi culpa la primera pincelada azul, pero hice el resto para ocultar la cagada. Tras ello me gustó mucho cómo quedó, así que lo hice con tinta para la ropa permanente y se convirtió en mi pantalón favorito). Finalmente decidí ponerme también una chaqueta blanca por si hacía frío; al fin y al cabo, era Septiembre, y podía hacer tanto frío como calor.
Realmente nunca suelo fijarme en la ropa que me pongo, no es algo que me importe, la elijo según cómo de cómodo esté con ella; pero sentía que hoy sería un día especial y quería ponerme mi ropa favorita, además de que en realidad es en la que más cómodo me sentía.
Tras unos largos veinte o probablemente treinta minutos, salí de la ducha, me vestí y cogí el teléfono para hablar con Ana, mi mejor amiga, y preguntarle a qué hora y dónde quedaríamos para ir juntos al instituto. Al final quedamos a las ocho en mi portal. Terminé de hablar con Ana y me fui a prepararme el desayuno: un vaso de leche con cola cao solo, ya que no tenía mucha hambre (bastante raro en mí, pero cuando estoy nervioso o apenas como, o me como hasta los muebles de mi casa). Cuando terminé de desayunar todavía eran las 7:40 de la mañana así que me paseé por la casa para tranquilizarme hasta que Ana llamó al portero y contesté.

- ¿Sí? -pregunté tras descolgar el telefonillo.

- Hey, ¿bajas ya? -preguntó Ana en forma de respuesta.

- Eh, sí. Ya bajo. Dame un minuto. -terminé la corta conversación.

Cogí la mochila y bajé. Cuando vi la cara de mi mejor amiga me relajé bastante. Tras un corto saludo caminamos 3 minutos hasta que volvió a hablar

- Se te ve un poco nervioso, ¿no? -sonrió mientras me miraba.

- ¿Yo? Qué va, ¿nervioso yo? Ni de broma. No, no, no. No estoy nada nervioso, ¿por qué lo dices? -mi tono parecía de psicópata al lado de un policía, pero Ana comprendió la broma y sonrió.- No, ahora en serio. ¿Solo un poco? De todas formas, ¿por qué lo dices?

- No, no, por nada. Solo que te estás arañando la palma de las manos y parece que quieres arrancarte la piel. Siempre haces lo mismo cuando estás nervioso. -se rió

- Vale, me has pillado, pero es que ya sabes... Compañeros nuevos, profesores nuevos... Y no sé qué tal se me dará tercero, seguro que es muy difícil -me mordí el labio inferior.

- Estarás de coña, ¿no? ¿Me está diciendo el chico que sacó seis sobresalientes y tres notables el curso pasado que este será muy difícil? -suspiró.- No te preocupes, seguro que lo harás bien. Además, ¿no te alegras de que veremos a nuestros amigos del curso pasado? -dijo ella. Sabía cómo tranquilizarme la mayor parte de las veces, y eso lo agradecía. De todas formas, realmente no solía ponerme muy nervioso a menudo.

-Gracias por tranquilizarme. Sí, la verdad es que es genial ver a nuestros antiguos compañeros, pero, ¿qué tal le caeré a los nuevos? Eso me pone también un poco nervioso, si te soy sincero -seguía intentando "arrancarme la piel de la palma de mi mano" mientras lo pensaba.

- No tienes por qué preocuparte. Eres simpático y aunque eres un poco plasta -sonreí y ella siguió hablando- seguro que les caes bien. De todas formas no creo que pase nada especial este curso. -dijo mirando al cielo de la mañana, con unas pocas nubes. A pesar de sus palabras, yo seguía teniendo la sensación de que algo importante ocurriría, al fin y al cabo todos los años de nuestra vida pasa por lo menos un suceso importante, estoy seguro, y tenía curiosidad por saber cuál sería el que me esperaría este año.

-Ya. Bueno... Supongo que tienes razón -asentí con la cabeza por no dar explicaciones de mis sentimientos hacia el próximo curso que hoy empezaría y ahí terminamos la conversación.

Dos minutos después y estábamos en el instituto. Entramos todos en clase y cuando estaba saludando a mis viejos amigos y amigas me fijé en un chico sentado en una mesa.

Había que reconocer que era guapo, bastante guapo. Era alto, rubio muy oscuro, de forma que casi parecía castaño, con el pelo despeinado; tenía también unos ojos azules más oscuros de lo común, y sentía que escaneaba cada cosa que miraba. Se notaba que hacía algún deporte, pues estaba en buena forma, con unos brazos que parecían capaces de levantarme sin gran esfuerzo incluso después de haberme comido media pastelería (cosa que me gustaría). Tenía aires de que todo le parecía indiferente, pero yo creí notar cierta tristeza en su mirada, o quizá cansancio; seguro que por el cambio de instituto. Yo lo comprendía bien, pues cuando estaba unos cursos más abajo, en el colegio, me cambiaron y mi vida dio un giro que jamás habría esperado.
A pesar de que sabía que no era mi tipo de amigo. Bueno, ¿para qué engañarme? Me daba vergüenza acercarme, realmente; pero negué el pensamiento. A pesar de eso decidí ir a presentarme por educación. Cuando fui hacia él, el chico me miró con cierto aire de superioridad, como solo las personas son guapas saben hacer, de forma ciertamente engreída. Si no fuese porque enseguida apartó la mirada tras un rápido cruce de miradas, en el que sentí mi corazón palpitar de una forma agitada, habría girado y vuelto a mis cosas.
En ese momento no sabía que mi presentación sería algo tan importante en mi vida. En ese momento no tenía ni idea de nada.

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