Capítulo 25: León de peluche

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- Bueno... -Empezó a contestar David.- Creo que puedes llegar a imaginártelo ¿no?

- No sé a que te refieres. -Dije un poco nervioso... ¿Estaba David diciendo que le gusto?

- ¿No has notado nada? -Negué con la cabeza, no sé si era precavido o sencillamente estúpido.- Da igual... No le des importancia. -Mierda.

- De acuerdo... Venga, vamos a bajar, te presentaré a mi familia y saldremos. No puedo aguantar la tristeza que arrastra las corrientes de aire de este hospital.

- Vale. Venga, no tardaremos nada. -Bajamos las escaleras y llegamos donde estaba mi familia sentada. Mis tías totalmente destrozadas, mi tío con los ojos un poco rojos y mi abuela sin poder parar de llorar, mis primos se miraban tristes y algunas lloraban un poco mi padre también estaba fatal. Cuando se separaron todavía se querían, pero nuestros problemas económicos creaban discusiones inaguantables. Por ello decidieron que era lo mejor.

- Hola. -Dije y forcé una sonrisa que realmente me costó. David lo notó y me acarició la espalda amablemente. Me miraron seguramente esperando que me rompiese a llorar, pero no lo hice. Ya lo había hecho unas cuantas veces antes de bajar.

- Hola, me llamo David. -Dijo él ya que me vio un poco perdido.- Soy un amigo del instituto.

- Se podría decir que es... mi mejor amigo. -Mejor y casi único amigo chico, la verdad. Se fue presentando uno a uno hasta que llegó a mis primas. Entonces una de ellas me susurró.

- ¿Es tu novio? Es bastante guapo y ha venido al hospital para verte. -Dijo sonriendo levemente.

- Claro que no ¿Qué te ha dado esa idea? -Sonrió y señalo la bella rosa blanca y el chocolate.- Ah, ehm... No, es tan solo un buen amigo. -Dije ligeramente sonrojado.

Mientras se presentaba a la familia de mi madre llegaron mis tíos y primos por parte de padre. Así que tardó el doble de lo esperado.

- ¿Qué tal estás, Al? -Dijo mi prima mayor de 25 años cariñosamente mientras me acariciaba el pelo.

- Bueno... Intentando sobrellevarlo. -Dije con una pequeña sonrisa. Un rato después de hablar con mi familia me acerqué a mi padre.

- Dime, campeón. -Respondió al tocarle el brazo.

- Papá, necesito irme. Daré una vuelta y volveré a casa luego. Lo siento, pero de verdad que lo necesito.

- No te preocupes. -Dijo comprensivo.- Nosotros no llegaremos hasta mañana, puede que por la tarde. Vete tranquilo.

- Vámonos, David. -Le susurré y él habló en alto.

- Ha sido un placer conoceros a todos, aunque haya sido en estas circunstancias. -Se puso serio... Realmente me gusta cuando está así.

Salimos al aire libre y yo todavía no me podía creer todo el día que estaba pasando.

- ¿Conoces un lugar para escapar de ti mismo? -Dije con una pequeña y ligeramente forzada sonrisa.

- Ven, iremos con calma. -Empezó a caminar hacia una de las calles y yo empecé a seguirle.

Íbamos en silencio, yo iba inexpresivo. No sabía cómo reaccionar, no sabía apenas cómo continuar mi vida. Al cabo de 5 o 10 minutos caminando él se paró y se me quedó mirando.

- Estás muy pálido. Ahora que lo pienso no has comido nada. Bueno... Después compramos algo. -Le miré un poco avergonzado.

- Es que al instituto no me suelo llevar dinero. Ahora mismo llevaré como mucho un euro encima. -David sonrió amable.

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