Capítulo 24: una bella sonrisa.

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Miré a David sonrojado y él aparto la mirada dolorido.

- ¡Au! ¡Qué daño! ¿Estás bien? -Me preguntó.

- Sí, perdóname. -Dije alarmado.- ¿Estás tú bien?

- No te preocupes, lo estoy. -Recorrí su cuerpo con mi mirada y en una parte de la camiseta que se levantaba vi un moratón.

- ¡Lo siento! -Dije alarmado y puse mi mano levemente en el moratón.

- No te preocupes, ese no fue culpa tuya. -Dijo David sonriendo.

- ¿Entonces qué...? -Le miré a los ojos.

- No tienes porqué preocuparte. -Me guiñó un ojo y noté como me sonrojaba.
- ¿Seguro? -David se levantó y mientras yo estaba arrodillado todavía se levantó la camiseta hasta el cuello.

- ¿Lo ves? Tampoco es tan grave. -Mientras que a él se le notaban los abdominales a mí lo que se me notaba era el rojo de la cara. Estaba a tan solo unos centímetros de mí, con la camiseta casi quitada y sus abdominales en mi cara. No sabía ni como reaccionar hasta que vi una cicatriz en la parte derecha de su cintura.

- ¿Qué te ha pasado? -Pregunté con mucho calor, pero preocupado. Era la cicatriz de un corte reciente, un corte profundo.

- Deja de preocuparte por mí, tonto. Ya tienes suficientes problemas. -Sonreí apenado mirando al suelo. David se puso un poco nervioso, pero bromeó para aliviar la tensión del ambiente.- ¿Qué tal las vistas por ahí abajo? Estás a la altura perfecta. -No le entendí hasta que miré justo delante mía y contemplé mientras él se volvía a bajar la camiseta la zona del pantalón que cubría su entrepierna. Estaba muriéndome de la vergüenza.

- ¿Q-Q-Qué? -Me levanté y abrí el grifo.- ¿A la altura perfecta para qué? -Dije mirándole atentamente.

- Para una mamada. Lastima que te hayas levantado. -Dijo con su sonrisa de siempre. En vez de sonrojarme de nuevo decidí ser más atrevido. No debía actuar de una manera tan tonta.

- Tan solo tendrías que habérmela pedido. -Dije con tono indiferente. Le vi sonreírme a través del reflejo del espejo mientras yo me lavaba la cara.- Dios, David. -Me miró expectante con los brazos cruzados.- Tengo miedo y el miedo te hace débil. Siempre temí a estar solo, pero no pensaba en ello porque confiaba en que pasase lo que pasase siempre tendría a mis padres. Ahora no tengo a mi madre, y mi padre no podrá ser el mismo. Aunque no le culparé por ello. Y ahora... solo. Nadie me cogerá de la mano cuando tenga miedo. Nadie me consolará tras mis pesadillas ¿Quién me limpiará las lágrimas cuando no pueda con el peso de la vida? ¿Quién me apoyará cuando ni siquiera yo crea en mí? Yo, simplemente yo. -David me miró con cara de pena.

- Me tendrás a mí. -Me apoyé con los brazos a los lados de la pila en la que estaba el grifo de agua y ni siquiera le miré.

- Jamás te ates a una persona por pena. Jamás. ¿Cuánto estarás conmigo? ¿Hasta la próxima discusión, o cuando descubras que no valgo la pena? Al menos no para ti.

- No te lo he dicho por pena, no sería tan imbécil. Y estaré contigo... Siempre, por lo menos siempre que me necesites. Claro que vales la pena, demasiado. -Suspiré levemente cansado.

- No prometas ese tipo de cosas a alguien que hace apenas dos meses que le conoces. La ruptura de esas promesas son una apuñalada para el corazón. Y me costaría demasiado recoger los trozos de un corazón que ya estaba roto.

- Soy una persona que cumple sus promesas, aunque de primeras no lo parezca. He mantenido todo lo que he jurado o prometido. Seguramente sea lo único bueno que mantenga. -Le miré a los ojos por primera vez desde que abrí el grifo, hace apenas unos minutos. Me miraban con su seguridad de siempre, al contrario que los míos, llenos de inseguridades y el temor de qué sería de mi vida.

- Por eso mismo. No quiero ser la excepción. -Le ofrecí mi sonrisa más sincera para indicar el final del tema; llena de cansancio, pero ternura por el intento de David de animarme. Aunque no podía negar que contenía algo de tristeza.

- ¿Sabes? Tienes las sonrisa más bonita que he visto nunca. No tienes lo dientes tan colocados y rectos como los centimetros en una regla, ni tampoco el blanco mas claro que el marfil. Sin embargo expresan sentimientos tan sinceros que dudo volver a ver una sonrisa tan bonita como la tuya jamás. La gente suelta sonrisas vacías, sonrisas secas, sin embargo cada sonrisa que sale por tus labios expresa superación, felicidad, cansancio. Utilizas sonrisas hasta para expresar pena, pero todas... -Suspiró.- Rezaré para que no me tengas que volver a oir decir algo tan cursi. Tan solo quiero decir con esto que tus sonrisas me hacen más feliz que cualquier otra, y no soy el único al que le pasa, tus sonrisas son contagiosas. No dejes nunca de sonreír, por favor. Sé que es duro lo que te pido, pero mira: -Me cogió suavemente de la cara con sus dos manos y acortó la distancia entre nuestros ojos.- Si te sientes solo cógeme de la mano, aunque sea un poco extraño ya que somos chicos. -Emitió una pequeña risa y yo sonreí nervioso.- Si tienes un mal sueño llámame, me da igual la hora. Si necesitas llorar iré donde haga falta para ser tu almohada y cuando te veas perdido te guiaré. De la mano, con un hombro en el que puedas desahogarte y descansar sin miedo a malos sueños, porque te voy a proteger. Me da igual dos meses que veinte años, si te quiero como un amigo o... como lo que sea. -Espera ¿Qué?- El tiempo da totalmente igual.

- Te quiero. -Le miré a los ojos casi susurrando las palabras y le abracé lo más fuerte que mi pésimo ánimo me dejaba. Él me apretó fuerte contra su pecho y tras un largo abrazo nos separamos.- Por cierto...

- ¿Sí? -Dijo David sintiéndome amablemente. Era raro, le pegaba más la sonrisa de chico que se cree superior.

- ¿A qué te refierias con lo de que si me quieres como un amigo... o como lo que sea? -David suspiró y creo que noté como se sonrojaba levemente.

- Bueno...

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