Capítulo 27: La noticia pastelosa.

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¿Cómo podría explicarle a mi padre que había estado durmiendo con un chico? Encima él me había pillado una vez hablando en una llamada de David. Por si fuera poco había dormido en un campo, al aire libre, a kilómetros de aquí.
Desesperado por lo que acababa de pasar llamé a Nata por teléfono. Enseguida me contestó.

- Madre mía, el chaval. Me dijiste que estaba bueno, no que es un modelo de calzoncillos de Calvin Klein. -Dijo emocionada.

- Sí... sí. Muy guapo. -Dije mirando la nota con preocupación. No... realmente no me importaba el castigo, pero... sabía perfectamente lo preocupado que había estado. Justo después de la muerte de mi madre desaparecía. La culpabilidad me mataba.

- ¿Qué te pasa, cariño? -Dijo Nata seria. Sabía que estaba preocupado, suele darse cuenta de ello.

- Se me junta todo... -Dije sensible. El haber preocupado a mi padre me hacia sentir muy mal y hace menos de treinta horas había visto sonreir a mi madre. Ahora jamás podré volver a verla.

- ¿Q-Qué ha pasado? -Dijo Natalia preocupada.- Estaba ya volviendo. Voy a tu casa. Espera.

Colgué y miré una pared con los ojos y el cuerpo lleno de desesperación. La desesperación de no poder hacer nada. Toda mi vida... No le encontraba sentido, y estaba cansado de ello. No podía más. Esto me superaba totalmente. Y lo siento tanto... por todo el mundo. Jamás me ha dolido nada como la culpabilidad de pensar que hacía daño a alguien. Mis lágrimas preocupaban a David. A mi padre. A nata. Toda mi familia está preocupada por ellas.
Pensé aprovechar la soledad del momento para llorar. No pude. Mis pensamientos me seguían y parece ser que mi reflexión había bloqueado mi mente y le había prohibido llorar. Lo cual era horrible. No podía describir como me sentía. Tan solo puedo decir desesperación. Desesperación. Desesperación. Sentía cómo me odiaba por sentirme así. Por ser como soy. Por todos mis actos. Por la inutilidad de mis años. Por sentir que estaba perdiendo mi infancia y que estaba a punto de destrozar mi juventud. Desesperación.

Entró Natalia. La sonreí.

- Hola, eres un cielo. Gracias por venir. -Suspiré y recobré la sonrisa.- Perdóname por preocuparte. Tan solo es que dormí con ese chico... y no avisé a mi padre. -le tendí la nota.

- Madre mía. Utilizaste protección, espero. -Miré a su cara al principio con una sonrisa y luego seria. No estaba bromeando con lo último.- Podrías contraer enfermedades.

- No nos acostamos. Ojalá. Pero estuve a punto de verle desnudo. -Sonreí y ella me miró pidiendo más información.

- ¿A punto?

- Me giré antes de ver nada y se cambió. -Sonreí un poco avergonzado.

- Qué tonto eres. -Suspiró.- Espera, estoy incitando a mi amigo de 12 años al sexo. -Me miró.- Bah, seguro que nada de lo que dijese yo cambiaría tu forma de pensar. -Se rió.

- Seguramente. -Me reí.

- Bueno... No te preocupes. Yo te cubro. Le diré a tu padre que dormiste conmigo. ¿No hay nada más que te preocupe? -Me miró escaneando mis reacciones.

- No... Bueno, creo que ya sabes lo de mi madre, ¿verdad? -Asintió apenada.- Me... me afecta un poco. Bueno... ya sabes que cuando yo digo poco, en realidad es mucho, pero... Joder, tendré que intentar superarlo, ¿no? Ha sido un golpe que me ha dejado K. O. Ella era de mis mayores pilares, siempre me ha apoyado, pero querría que fuese feliz. Obviamente. -Miraba nervioso a mi alrededor recordando momentos junto a mi madre. No podía describir cómo me siento. Es una especie de presión en todo tu cuerpo. Es un estado de debilidad y desesperación.

- Alex... -Nata posó su mano en mi hombro, la deslizó por mi cuello y finalmente me acarició la mejilla.- ¡Espera! ¿Querrías trabajar en la pastelería? -La miré extrañado, aunque con un poco de emoción.- Podrías ganar algo de dinero y aprenderías a hacer todo tipo de dulces. Podría ser una buena distracción.

- Me encantaría, pero ¿qué diría tu madre? No es justo que me ofrezcas esto sin su consentimiento. La pondrás en un compromiso. -dije con una sonrisa fusionada con un suspiro.

- Ella misma fue quien me lo dijo. -Natalia me ofreció su más dulce sonrisa.

- Bueno... si a ella le parece bien, ¿por qué no? -Sonreí yo esta vez. Me encantaba la idea.

- ¡Genial! -Dijo ella tan ilusionada como yo.

Cuando vino mi padre un poco más tarde Nata se disculpó por no haberlo avisado de que me había quedado "con ella" la noche pasada. Después le contó lo de la pastelería y volvió su buen humor.

Pensé que todo iría bien en la medida de lo posible. Que los siguientes días pasarían con aire triste, pero tranquilo. Sin embargo me equivoqué casi totalmente.

Pasé un fin de semana tranquilo. Mi padre no me pidió que hiciese algún recado ni nada en absoluto. Apenas me habló. Tan solo me preguntaba mis comidas favoritas y a pesar de su bajo ánimo me las preparaba. Me acosté en mi tranquila cama.

11 días hasta el viernes

- Esta es Debrah, mi... novia. -Dijo David con duda en su voz. Me miraba serio, como esperando mi reacción.

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