Capítulo 28: El comienzo

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11 días hasta el viernes

- Esta es Debrah, mi... novia. -Dijo David con duda en su voz. Me miraba serio, como esperando mi reacción. Me quedé impactado. ¿Cómo esperaba él que reaccionase? Ese imbécil... la zorra... Mierda. Estaba haciendo algo que odiaba. Juzgando sin conocer. Sonreí de la manera menos forzosa que pude y creo que David relajó los músculos, ya que antes estaba muy tenso.

- Hola. -Dije casi escupiéndole la palabra. Tendí mi mano.

- Hola... -Me miró con aires de superioridad, como el día que vi a David por primera vez. Miró mi mano y me ignoró. Siguió con la misma cara y habló con un tono calmado.- ¿Qué tal estás? -Sonrió de manera rebelde... como si fuese a romper la reglas en cualquier momento.

- Bien... -Dije cauteloso. A David lo llamaron y tras un apasionado beso entre Debrah la perrah y él se fue. Me miró de arriba a abajo como analizándome.

- Menudo gilipollas. No esperaba que David tuviese amigos tan palurdos como tú. -Se rió y yo le devolví una sonrisa dulce.

- Fíjate tú que yo si esperaba que tuviese amigas tan zorras. -Me reí suavemente y nos miramos directamente a los ojos. La guerra quedaba declarada. Si ella iba a ser una zorra conmigo, me agacharé a su nivel y le pondré un bozal.

- No me quieres tener de enemiga. -dijo como si me estuviese diciendo una importante advertencia.

- Ten cuidado conmigo. -la miré por última vez y note como un rayo salía de nuestras miradas. Fui a clase un poco desanimado.

Sabía que jamás podría estar con David, pero verlo con una chica me partía. ¿Cómo podía un chico producir tantos sentimientos en mí? No podía parar de pensar que lo que estaba pasando, me superaba, hasta que me choqué con una chaqueta negra.

- ¿Alex? Estás en las nubes. -se rió. Me miró y se agachó un poco la sonrisa.- ¿Qué te pasa? ¿Está todo bien?

- Sí, claro. No parece que le haya caído muy bien a tu novia. -sonreí.

- Es solo un rollo. No hay chicas que merezcan el título de ser mi novia y esa no es excepción. -rió.

- Eres un estúpido engreído. -me reí al saber que no la valoraba tanto. Después de eso me aparté para esquivar a David e ir a clase. Él me agarró de la mano para tirar de mí y lo miré fijamente a los ojos.

- ¿Qué tal lo llevas? -el pulso me temblaba de tener su mano sobre la mía. "Mejor cuando estás a mi lado", pensé. Sonreí contra cualquiera de las palabras que pasaba por mi mente y solté unas cuantas mentiras más.

- Bien, estoy bien. No hace falta que te preocupes tanto. -su mirada pareció penetrarme hasta lo más profundo de mi pensamiento hasta sentir un golpe en mi corazón, como si hubiese decidido ponerse en huelga y saltarse un latido.

- Eres un mal mentiroso. -antes de que rechistase me interrumpió.- ¿Cómo lo ibas a llevar bien? Ni siquiera has intentado que la mentira sea realista. -aparté la mirada cortado y apenado. Su mano seguía sujetando la mía, y no permitía que mis pensamientos fluyesen con tranquilidad. Me quedé mirando su mano y él apretó un poco mis dedos esperando mi respuesta.

- Siento haberte involucrado en mis problemas. -susurré deseando que no me hubiese oído.- Nunca fui un buen mentiroso, lo siento. -dije esta vez en voz alta. Antes de que David hablase, mi profesora de matemáticas nos mandó entrar en clase y me senté en mi sitio al lado de Ana.

- ¿Qué ha pasado? -dijo Ana, mirándome. Había olvidado que tan solo hacía un día mi madre había muerto, y que no había hablado con ella desde eso.- No contestabas a mis mensajes y estaba realmente preocupada.

- Tengo muchísimo que contarte. -susurré. Tras ello dejé de hablar en toda la clase.

Tener a David a mi lado en las clases era una tortura. Encima ya llevábamos un mes y medio en clases y se había hecho tremendamente popular. Aunque realmente lo era antes de venir a este instituto, por lo que he oído.
No paraba de hablar en clases y escuchar su voz me distraía en todas y cada una de ellas. En matemáticas mi profesora le llamó la atención varias veces, pero David nunca hacía caso. Cuando por fin llegó la hora del recreo le conté de forma rápida todo lo que había pasado y Ana me miró impresionada.

- ¿Todo eso en un día? -es lo que respondió al oír todo.

- Bueno... en dos. -estaba un poco sensible a pesar de que lo único que mencioné sobre mi madre fue que David apareció allí repentinamente.

- No sé... no sé qué responder. Siento tanto lo de tu madre, de verdad que lo siento muchísimo. ¿Quieres hablar de ello o te sentirías incómodo? -miré a Ana con tristeza. Ella tampoco tenía madre. Había muerto hace dos años. Sabía que era la que mejor me iba a comprender, pero hablar de la muerte de mi madre era algo que prefería evitar. Cuando todavía estaba figurándome lo que acababa de pasar hablar de ello sería ir demasiado deprisa para lo que mi cabeza podría soportar.

- Preferiría que no, gracias, Ana. -se lanzó a darme un abrazo y me miró pensativa. Tras breves segundos sonrió levemente.

- Con que has dormido semidesnudo con David por segunda una vez. -me sonrojé con una pequeña sonrisa y reflexioné impresionado.- Sí, sé que dormiste semidesnudo con él en mi casa. -me sonrojé más.

- Da igual, está saliendo con un chica muy guapa. -dije levemente desanimado.

- Eso es porque no ha visto este culazo. -dijo dándome una suave palmada en el culo. Yo me reí.

- Gracias por animarme incluso en estos momentos. Eres genial. -me sonrió de forma dulce.

Las clases pasaron y no paraba de notar las miradas de David dirigidas a mí. Por fin llegó la hora de irse a casa y llegué con una noticia impactante.

- Me alegro de que llegues, Alex. Quería decirte que... te he pedido cita con una psicóloga. Es mañana por la tarde. -miré a mi padre y asentí. Estaba asustado, no había ido nunca al psicólogo.

10 días hasta el viernes

Llegué a la puerta de la psicóloga y me abrió la puerta una señora amable de cierta edad pero una expresión joven. Nos dejó entrar a mí y a Iván (que se había odrecido a acompañarme).

- Me llamo Esperanza. Encantada. Podéis entrar los dos, hoy solo quiero conocerte. -Me sonrió de forma agradable.- Siéntate, permíteme que te observe. -su tono era serio, pero agradable y tranquilo. Tras sorber un poco de su café de suave color marrón habló la amable psicóloga.

- Dime, ¿hasta que punto me equivoco diciendo que eres reservado, amable, dulce, reflexivo, servicial, cauteloso y ligeramente inseguro? -Me quedé de piedra. ¿Cómo podía haber sabido eso?

- Encantado de conocerla. -dije sonriendo con un poco de sorpresa.

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