Capítulo 23: La rosa blanca.

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- Alex... -Dijo una voz. Me giré y vi a David. Me quedé asombrado hasta que me di cuenta de una cosa...

- D-David ¿Cuánto tiempo llevas aquí? -Las paredes eran de papel, y todo se podía escuchar desde fuera si prestabas atención. Había hablado de lo mucho que me gustaba. La había cagado.- ¿Cómo me has encontrado?

- Exactamente desde la frase "Me afecta tanto cada palabra que me dirige, que forma con ayuda de sus labios..." -Me quedé totalmente pálido.- ¿De quién estás enamorado? -Suspiré, menos mal que no dije su nombre después de eso.- Bueno, eso da igual. Lo que has dicho... Eres realmente increíble, el día que te llamé débil sin duda era porque no te conocía.

- G-Gracias... -Había sido tal la sorpresa de ver a David que las lágrimas habían parado.

- ¡Hala, hala! -Exclamó David. Le miré sorprendido.- ¿Cómo se te ocurre llenar un rostro tan inocente de lágrimas? -Dijo sonriéndome, puso su mano en mi cara y secó las lágrimas que quedaban en mis mejillas.

- Imbécil... Me habías asustado. -Dije con una sonrisa.

- Te he hecho sonreír, me siento muy feliz. -Dijo agitando mi pelo.- Toma, te he traído algo para que estés un poco más feliz. -Me entregó una chocolatina de mi tipo preferido y algo más: Una rosa blanca. La miré impresionado, me quedé sin palabras.

- Da... -No sabía que decir o hacer, una rosa blanca, como la que agitó el viento ¿Sería entonces verdad que mi madre contestó a mi pregunta?

- ¿Q-Qué pasa? ¿No te gusta? La puedo cambiar por lo que quieras. -Dijo preocupado.

- No, no. Me encanta. Muchas gracias. -David suspiró aliviado.

- Es que nunca he regalado flores a un chico, pero debido a la ocasión me pareció lo más correcto, además las flores me recuerdan a ti. -Dijo él con una sonrisa y le miré precavido.

- ¿Ah, sí? -No me fiaba nada.

- Sí, de vez en cuando son unos capullos, pero cuando les da la luz del sol en realidad son muy bonitas. -Dijo partiéndose y yo me empecé a reír igual.

- Si tú fueras una flor tendría claro que nunca te dio la luz del sol y por eso te quedaste en capullo. -Me agitó el pelo de nuevo amistosamente.- Pero oye... La pelea de esta tarde...

- Dijimos que me perdonabas. -Dijo sacando su lado orgulloso, lo cierto es que más de una vez se había tragado su orgullo para disculparse (Aunque siempre tenía la culpa él).

- Pero... Dijiste que no me querías tener a tu lado... -Dije mirando a otro lado. De reojo vi dos enfermeras mirándonos casi sin parpadear... Malditas amantes del yaoi/fujoshis, están por todos lados.

- Imbécil. -Miré alarmado a David y el me rodeó con sus fuertes brazos.- Ya sabes que yo te quiero. -Me quedé quieto y observé como las enfermeras se abanicaban con la mano en pleno otoño. No te das cuenta David, que tus palabras son las que más me afectan ¿Cómo te atreves a decirme eso? ¿Cómo te atreves...?

- Lo dices de una forma tan vacía. -Dije fríamente, fue sin querer, de nuevo la había cagado. Mierda.

- ¿Qu... Qué? -David se separó y me miró confuso ¿Ahora cómo se suponía que me tragaría mis palabras? Las enfermeras parecían estar a punto de desmayarse. Pero quizá si cambiaba un poco de tema lo conseguiría evadir.

- David, te pido que me perdones todo lo que diga o haga en los últimos días. -Dije como si hasta sostener el peso de mi cuerpo me cansase.- Estoy sensible y puede que diga verdaderas gilipolleces. -Suponía que David diría algo como: No cambiaría nada. Pero no fue así.

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