Capítulo 30: momento íntimo

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9 días hasta el viernes

Ir a clases se hacía difícil tras lo que había pasado, pero no me quedaba más remedio...
Sin pensar demasiado cómo, acabé en clases estando bastante distraído. Sonó la alarma que indicaba el principio del segundo recreo y David me pidió que lo acompañase al baño, así que sin pensarlo demasiado fui con él.

–Métete en uno de los baños. –dijo y aunque no entendí muy bien por qué, me metí con él en una de las cabinas. Al momento me di cuenta de que los baños en el segundo piso eran cerrados durante los recreos.

–¿Hay alguien? –Preguntó la conserje y cerró con llave al no recibir respuesta. David se bajó la cremallera del pantalón delante de mí y yo aparté la mirada acalorado. Se puso a mear.

–¿Qué haces? –dije extremadamente nervioso. No lo entendía. ¿Por qué tenía que soportar este tipo de cosas? ¿Me gustaba o no este sentimiento? Era como nervios tan fuertes que ahogaban, similar a la ansiedad.
–¿Tienes algún problema? –dijo serio y no sé si palidecí o me sonrojé. Esta vez no lo sabía– Era una broma, imbécil. Siempre caes en la misma –él sonrió y yo suspiré.

–Perdón, estoy muy nervioso –dije a la vez que él se subía de nuevo la cremallera de la bragueta y cerraba la tapa del váter para sentarse encima.

–Ven, anda. Siéntate aquí –dijo señalando su regazo con una mano mientras con otra sacaba un mechero y lo que parecía un porro.

Por alguna extraña razón me atreví a sentarme en su regazo. A pesar de que sabía que si me sonrojaba se extrañaría. Realmente, ¿todavía no se ha dado cuenta? Quizá le dé igual. Supongo que está acostumbrado a que la gente se enamore de él.
Encendió el porro, le dio una calada y lo puso cerca de mi boca.

–¿Quieres?

–No, gracias –respondí un poco nervioso.

–La marihuana no es tan mala como el tabaco en las correctas medidas, ¿lo sabes? Inténtalo –dijo mientras me sonreía con malicia.

Le di una calada y rápidamente me puse a toser. David se rió tanto que pensé que se ahogaría.

–Sabías que esto pasaría, ¿verdad? –dije sin poder evitar reírme con él. Me daba igual que se burlase de mí si al menos había sido yo el causante de ese gesto.

–A casi todo el mundo le pasa –me miró fijamente y pude notar que se le formaban unas arrugas al lado de los ojos al reírse–. Eres muy mono.

–No digas eso –dije apartando la mirada. ¿Por qué lo decía si no venía a cuento?

–¿Por qué no? Creía que tú defendías que siempre fuese sincero.

–Por eso mismo. ¿Un porro y ya empiezas a alucinar? –me quedé mirando las paredes del baño.

–No seas tonto –noté que examinaba las paredes y lo que ponía escrito en ellas conmigo–. No necesito ni uno para decirlo, aunque hoy haya fumado dos.

–Eres imbécil –dije sin poder evitar sonreír.

Se acabó el porro, así que nos levantamos para que él pudiese tirar la colilla al váter. Nos pusimos a mirar los dibujos de la pared hasta que encontré uno que me sorprendió. Un corazón con unas letras dentro.

D×A

Vi que la mirada de David también se paraba ahí y yo me hice el distraído. No debía darle importancia.

–Alex, mira –señaló lo que yo observaba un segundo antes.

–¿Qué? -dije sonriéndole.

–Son nuestras iniciales –respondió. No supe qué contestar

David se quedó mirándome muy fijamente hasta que noté que me sonrojaba de nuevo.
Iba a apartar la mirada cuando cogió mi cara con ambas manos y se acercó a mis labios para besarme. La primera vez solo dejé que se moviese él, estaba bloqueado. ¿Se estaba burlando de mí? Se separó para besarme otra vez sin esperar respuesta y puse mi mano en su pelo para profundizar mientras presionaba mis labios casi con desesperación. Me daba igual si se estaba burlando de mí. Lo único que me importaba era disfrutar de mi beso con él. Se separó para mirarme un momento.

–Tenía que probar cómo era besarte –no sabía cómo tomarme eso. ¿Había ido bien o mal?

–¿Y cómo...?

Me besó de nuevo empujándome contra la pared. Me agarré a su camiseta asustado de caerme de las nubes. Sabía que esta vez no era un sueño por el golpe contra la pared y porque notaba mi latido a una potencia sobrenatural. Empezó a introducir su lengua en mi boca y sentí la inseguridad de que no supiese cómo actuar ahora. Tan solo le dejé pasar y me moví poco. Nos separábamos solo para coger aire, pero el beso continuaba sin palabras. Escuché cómo abrían la puerta del baño. David se separó de mí, me miró un instante mientras sonreía y apartó la vista como reflexionando para sí. Después de eso se fue sin siquiera soltarme una sola palabra y yo no sabía qué hacer. Me temblaba todo el cuerpo. Un minuto después de él, salí yo y por suerte no había nadie en el pasillo. Volví a clase mientras sonaba la sirena que indicaba su comienzo.

–¿Qué ha pasado? No has aparecido en el patio –preguntó Ana con curiosidad.

–ali al departamento de Geografía e Historia para hacer una pregunta a la profesora –mentí. No quería contarle mi beso porque algo en mi mente me advertía que algo fallaba.

–Ah, vale –dijo, aunque no muy segura.

No se me concedieron ni cincuenta minutos en las nubes.
Estábamos todos saliendo de clases cuando por fin pude cruzar miradas con David. Se quedó observándome atentamente mientras yo analizaba si se reía o cualquier gesto que me ayudase a adivinar que el beso era una manera de burlarse de mí, pero él me miraba como si estuviese reflexionando alguien lo abrazó y me di cuenta qué era lo que fallaba: David seguía saliendo con su novia y aun así me había besado.

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