Narra Raquel
El despertador suena a las seis de la mañana, me remuevo entre las sábanas, estiro el brazo sin ningún éxito ya que el despertador está en la otra esquina. No tengo más remedio que levantarme un poco, al hacerlo con los ojos cerrados tiro el despertador al suelo y para de sonar, lo acabo de romper. Y la verdad es que me da igual, solo quiero seguir estando en mi cama, con mi mantita fina alrededor de mi cuerpo, sin ningún ruido...
Un golpetazo hace que abra los ojos, al girarme a ver cual es el motivo me encuentro una sonrisa de psicópata de Natalia.
-¡Hoooy! ¡Por fin voy de concierto de Pablo! Tanto tiempo esperando, no me lo creo-hace más de cuatro meses que compramos la entrada pero por motivos de exámenes finales de la Universidad he tenido que hacer reventa y dársela a su compañera de trabajo, Mari Carmen.
-Ni que tuvieras quince años-vuelvo a cerrar los ojos pero me es imposible volver a mi sueño, ya me he desvelado.
-Podrías venirte...-me ruega, niego, me levanto de la cama y voy directa a la cocina.
-Quiero verlo en Torremolinos-echo el cola cao en el vaso de leche y lo caliento.
-¡Que manía con Andalucía!-me grita ahora desde su habitación-¡Tus genes dicen lo contrario!
-Mis genes pueden decir lo que sea, 100% andaluza.
-Solo te falta el acento-es la única que me hace sonreir, en sus manos tiene dos vestidos lujosos y bonitos-¡Tengo una gran entrevista! ¿Cual te gusta más?
-Ninguno-le amarro del brazo y la arrastro de nuevo a su habitación-Este vestido-le enseño un vestido negro informal de tirantes y después le coloco una chaqueta blanca-Muy guapa-me da dos besos en la mejilla derecha.
-Gracias-coge su bolsa de trabajo y se dispone a irse.
-¿Y de quién es la entrevista?
-No puedo decir nada, no me esperes en la hora de la comida, iré hacer cola-me da un beso al aire y yo hago lo mismo.
Cuando se va, suspiro. Recuerdo hace dos años que buscaba piso cerca de su trabajo, era normal, algo apenada en ese momento pero cuando coge confianza con la gente es muy divertida aún teniendo miles de problemas. Por esa parte la admiro, hace un año que perdí la ilusión de todo, desde que ocurrió eso.
Vuelvo a suspirar y me siento en la silla de mi escritorio posando mis ojos en los apuntes e iluminandome un pequeño flexo. De nuevo el ruido del reloj que hay en el salón vuelve inundar toda la casa.