Narra Raquel
Sentada en el borde observo como el agua del pantano de Peñarroya cae precipitadamente. Los pájaros cantan cuando nadie habla, paz, tranquilidad, lo que tanto ansiaba en esta vida, estaba justo aquí. Ahora entiendo porque le gusta tanto a Marina este lugar. Cierro los ojos por un momento y en ese bordillo me tumbo, respirando el olor a tierra húmeda hasta que un grito hace que abra los ojos. Una chica ha caido al agua y un hombre se encuentra muy cerca del borde del puente. No comprendo como habrá sido capaz de entrar ahí cuando eso lleva cerrado muchos años. Ese hombre llora desesperadamente, aturdida voy a su rescate pero, como suponía, las verjas están cerradas y soy incapaz de abrirlas. Al acercarme me doy cuenta de que ese hombre es Pablo, con la nariz hinchada y los ojos rojos.
-¡Pablo! ¡Apartaté de ahí!-grito llorando, no quiero que le pase nada malo, a él no, si muere se lleva mi vida por delante.
-¡La he matado!-me grita-¡He matado a Natalia! ¡No tengo compasión! ¡No merezco tu cariño!
-¡Pablo! ¡Se ha matado a sí misma! ¡No tienes culpa de nada!-cada vez se acerca más al borde y antes de que se tire, me doy por rendida-¡Te amo!-grito y cae al mismo tiempo donde se escucha un trueno, un truena que rompe en pedazos mi pobre corazón.Narra Pablo
Despierto por las dificultosas respiraciones de Raquel, su camiseta se le pega en el cuerpo del sudor y de sus ojos cerrados caen lágrimas. Acaricio su brazo dándole pequeños besos por su cara y tiernas palabras cerca de su oido-Tranquilizate pequeña-para de moverse y su respiración es más tranquila, necesita descansar después de estar la anterior noche sin dormir.
Los dos hemos decidido quedarnos en Torremolinos para estar presentes en el entierro de Natalia, ayer ninguno de los dos se movio de esta cama, nuestra pena es tan grande que no teniamos ganas de salir a ningún lado. Temía de que a Raquel se le fuese la cabeza, ya que después de repetirme cien mil veces que la había matado se quedo inmóvil pensando en sus cosas. En eso consistía la mañana de ayer, los dos tumbados en la cama, ella sin decir nada, paralizada y yo observándola hasta que me quede dormido. Pero por la tarde un tierno beso en la nariz me despertó, aunque seguiamos en las mismas condiciones pero las miradas eran diferentes.
-Pablo-una mano toca mi torso desnudo mientras yo intento conciliar de nuevo el sueño-¿Te he dicho alguna vez que te quiero?-sonrio timidamente, me giro para mirarla y veo sus ojos llorosos-¿Lo sabes verdad?
La atraigo a mí abrazándola fuerte queriendo que nunca se vaya de mi lado-¿Y te he dicho alguna vez que nunca dejaré de amarte?-beso sus labios y acaricio su cara.
Mi pequeña, mi niña, la que tanto sufre por algo que no podemos controlar los dos, la que pienso en cada momento la que sueño con ella en cada segundo, la que amo en cada infinito.