Narra Natalia
Estoy hasta las narices de mi jefe, tanto es así que me ha mandado a tomar fresco por llevar el artículo media hora tarde y tanto es mi enfado que he acabado por despedirme yo misma y decirle lo que pienso de él, por supuesto, guapo no le he dicho, porque es un viejo amargado. Tengo ganas de que Raquel salga del examen y contarle todo. Justo cuando marco el número de Pablo veo en la puerta del piso a Ariel con un ramo de Nemesias rojas, las flores que a mi tanto me gustan.
-Cariño-me dice acercándose a mi y dándome un beso-Un regalo para que me quieras más-y espera la respuesta que siempre le doy, no puedo quererte más pero esta vez no le digo nada.
Desde ayer llevo unos días comportándome de una manera rara, normalmente suelo llamarle mucho en el trabajo o en casa pero ni me acordé de que tenía novio. No todo dura para siempre y lo que sentía por él ya no es el mismo. No quiero imaginar que me he enamorado de Pablo porque en realidad no es así, solo me gusta, no me importaría tener un rollo de una noche con él. Estoy tan rayada que no me he dado cuenta de que Ariel sigue esperando mi respuesta.
-Gracias-contesto-Tengo prisa-y cierro la puerta delante de sus narices, me apoyo en ella y escucho su respiración.
Al entrar a la cocina me encuentro la cara de Raquel, sus sonrisa desaparece al verme con las flores, las dejo en la encimera y me siento a su lado-Ayer entrevistastes a Pablo Alborán ¿Verdad?-niego-¡Te escuche anoche! Me estás haciendo lo mismo que cuando salías a escondidas con Ariel!
-¡Vale! Sí lo entrevisté, ayer hablé con él antes y después del concierto y... ¡Qué demonios! ¡Me gusta!-y sollozo al comentarlo.
-¡No sé como puedes decir eso después de lo que habéis pasado Ariel y tú!-su cara se pone roja de la rabia-¡Después de perdonarte por quitarme el novio! Aclárate porque nos estás haciendo daño a las tres-coge las flores tirándolas a la basura-¡Reacciona por una vez como una mujer que eres! ¡No tienes quince años!
-¡Yo no puedo controlar mis sentimientos! ¿Acaso tú puedes? ¡Fíjate! Te sigue gustando Ariel y ¡Nunca me has perdonado! Siempre que te enfadas me lo echas en cara-apoya su cuerpo en la puerta cerrando los ojos y mordiendose el labio por no llorar-Lo mejor es desaparecer de Madrid, aquí ya no me queda nada, volveré a Canarias.
-Pues sí es lo mejor-y esa declaración hace que nuestra relación de amistad se haga más débil que nunca.