Una vida.

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Después de esa gran fiesta, Chris llegó a su habitación, en el hotel donde estaba hospedado, sintiéndose tan solo, veía a su alrededor y todo estaba en silencio, sentía que no podía seguir así, con esa vida tan sola, tan llena abandono. Al día siguiente al despertarse, veía a su lado y no había nadie a quien decirle un "Buenos Días" un "¿Cómo estás?" o Un "¡te amo!"

Esa misma mañana, Lizbeth se despertó ante la ventana diez minutos antes de que saliera el sol, con una taza de café en sus manos, recién salida de la cafetera. Tomó su silla reclinable y vio un espectáculo asombroso, el sol emergía, entre las montañas, expandiendo sus rayos por todo el lugar, secando las hojas de los arboles que por el roció de la mañana estaban húmedas. Ante ella una vez más la huella de Dios. Media hora después de su largo viaje al sol, un sonido la hizo aterrizar de nuevo en su silla, se dirigió a la ventana que estaba al lado izquierdo, abrió la gran cortina blanca y observó una pequeña granja. Que un no se había percatado de que ahí estaba, las separaba una gran cerca blanca, Y 10 metros de tierra chapeada lista para cultivar, no era una gran granja por lo que ella pudo observar desde ahí, solo habían unas cuantas vacas, pastoreadas por un perro que no era de raza pero era inteligente, por la manera en que las alejaba de la orilla del gran barranco, unas cuantas gallinas y unos cerdos. Le impactó al verlo y no dejaba de sorprenderle.

Eran tantas las cosas hermosas que habían adornados sus ojos, que no podía esperar nada mas de la vida. Pero esa ventana le enseñó algo mas, algo mas allá de su imaginación y de su creencia. Desde esa ventana del segundo piso de su pequeña casa la pudo observar. La vio, la vio a ella.

Ella, ella! No lo podía creer, así que puso la taza de café en una mesita cerca de ella y bajó corriendo, se acercó muy lentamente a la cerca de madera, la observó por un momento mientras ella contaba las gallinas que salían de su gallinero con su polluelos y los alimentaba con el maíz que sacaba de las mazorcas secas del maizal.

-Hey! Muchacha! - Le gritó. Ella volteó muy enseguida y pudo ver su rostro sin sonrisa alguna en su rostro.

-Ven! - La llamó, haciendo señas con su mano, ella la vio muy extrañamente y se acercó, poco a poco, cruzando esos metros de tierra. La tuvo tan cerca que no lo podía creer, la observó de pies a cabeza admirando casa uno de sus dotes hermosos, era como una joya que aun no era pulida. ¿Cuán mujer hermosa podía existir en el universo, Sino era ella? Una belleza singular, su cabello contenía el color de la cascara seca de un árbol, con un olor a sol, que aunque mostraba la mínima señal que era lavado frecuentemente, era natural, su rostro mostraba restos de lagrimas, señales que la noche anterior había sido mala, pero no mostraba señales de maquillaje, su cuello mostraba que le hacía falta unos baños más seguidos, su gusto tenía el tamaño ideal que un chico desearía, ella era tan hermosa y única, ni siquiera tenía un cuerpo deseado, un cuerpo delgado, su cuerpo era ancho, no usaba zapatos seguido, lo cual lo pude observar en sus pies, que era el alberge de tierra y Dios sabrá de cuantas bacterias mas. Ella no olía a perfumes caros, ni siquiera usaba, ojos grandes, pestañas y cejar pequeñas y escasas.

-¿Cómo te llamas? -Le preguntó, ella no dejaba de sonreír y la miró tan tiernamente.

-Soy Ellen. -Respondió muy tímidamente y con algo du miedo. -Y usted? - Curioseo también.

-Lisbeth. - Le sació su curiosidad también. Ella muy alegre estrechando su mano, una mano áspera, golpeada, una mano que mostraba lo duro que era su trabajo.

-¿Para qué me llamó? -Le pregunta esquivando su mirada.

-Soy nueva por este hermoso lugar y quiero conocer gente de por aquí?

-Usted no es de aquí, verdad? -Observó Ellen.

-Claro que no, soy de Estados Unidos. Pero me encanta este país más. ¿Cuántos años tienes? -Curiosea nuevamente Lisbeth.

MAD WORLD. (Chris Evans y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora